jueves, 29 de diciembre de 2011

FIFTY FIFTY INVERNAL



En invierno se llora mucho, porque los árboles no tienen hojitas que nos abriguen, porque las bicicletas pasan de largo y uno se mira los cordones de los zapatos o coge un taxi y se pregunta ¿quién duerme en la ciudad tan a oscuras?

Parece como si hasta los gatos se quedaran quietos, sin saber muy bien qué hacer, mirando a la luna que cruje de escarcha … Tan blanca como las sábanas del telón del decorado e incluso los fantasmas están cansados. Si sus cadenas no pesaran tanto, saldrían, sin más, volando.

Hagamos ya una manifestación contra el invierno: para que estallen las yemas de los arbolitos, para que los gatos corran por los tejados maullando en celo, para que no usemos más zapatos … Para que los crêpes de chocolate y nata nos visiten todos los lunes (y los martes).

También en: Tranquillitas Insulae

martes, 20 de diciembre de 2011

LOS ACANTILADOS

I. Abismos

Camino entre los abedules, la nieve cruje bajo mis botas de invierno, y lo que he conocido, se ha ido, como el sol al anochecer. Atesoro imágenes como castillos de arena que se convierten en desierto vacío y llega un momento en que el sol me ciega. Lo confundo en un minuto de pánico con la visión aterradora de la verdad que me quema y la pasión, lejos de estar dentro, me hiela. Quien siente todavía su calor, se salva, es el momento presente. No hay futuro en lo sucesivo, ni siquiera hay pasado: quedo suspendido con los copos de nieve, como la hoja de la rama que pende del hilo de un tallo -instante brevísimo de miedo-. Pero caigo y no me fundo con las demás hojas que a tus ojos forman un todo compacto, un lecho de hojas secas.

Así que mis botas siguen su paso, cruje el sol de invierno o crujen las hojas secas, algo en el final del camino permanece acechando y creo equivocarlo con cierta sombra que me persigue, como un fantasma, adentrándose en el bosque conmigo, lejos del camino de los hombres. Las canas de mi pelo son las estrellas que todavía no han perlado el cielo. Los abismos conocidos son piedras despeñándose por el barranco, aún no he llegado a la zona de los acantilados. Permanecen inciertos, perfil borroso.

Si me llamaras por mi nombre, no te respondería, lo he olvidado. Después de leer que primero fue Adán y de su costilla nació Eva, en este bosque no se oye el sisear de la serpiente, que aguarda en el túnel de su madriguera cubierta por la nieve. Cambian las costumbres, lo que es luz se transforma en manzana podrida y la oscuridad se cuela por los troncos huecos de los árboles como savia negra que fluye hasta sus raíces. En un momento este paisaje se da la vuelta o soy yo el que se marea y veo como las raíces miran hacia el cielo en el crepúsculo y las ramas flotan sobre el suelo. Momento exacto que sigo en este camino que no sigo. Una casa se acerca, la luz del quinqué saliendo por las ventanas es una promesa que sé que no llegará. No voy a sentir el calor de la leña en la hoguera y me cruzo con un hombre que acarrea pedazos de troncos y se dirige hacia allí.

Nos miramos sin llegar a saludarnos y la incertidumbre me devuelve a mis próximas huellas, no escritas en ningún trozo de papel -pensé que no era necesario mapa alguno y ahora, incluso en las horas bajas, he de permanecer en mis palabras-. El frío me hace retornar a mis ropas de abrigo, bajo las que palpita bum bum el corazón. La respiración es el vapor todavía más blanco que el paisaje, mientras la chimenea va desdibujándose de mi imaginación. No la veo, no la miro, es el pensamiento que toca el filo de la navaja. Las imágenes son el riego sanguíneo de estos pensamientos. Todavía confundido, mis mejillas arden al son de un tambor que a veces oigo y a veces no, de forma que no me sirve de guía para saber si estoy acercándome o alejándome de la civilización.

viernes, 2 de diciembre de 2011

CINCO TABAS, EL PÁJARO CANTOR Y AMIGOS

Cuando era pequeña jugaba a las tabas. Tenía dos tabas azules, una verde, otra roja, la blanca y sólo una negra. Dibujaba alrededor de ellas un círculo blanco con tiza y era igual de grande que yo. Entonces cogía las tabas con una sola mano pequeñita de niña con mochila volviendo del colegio y me sentaba dentro del círculo. Ponía las cinco tabas fuera y lanzaba una azul hacia el cielo y antes de que volviera a caer al suelo desprendiendo un olor a viento, atrapaba la otra azul hasta que terminaban las dos juntas en mi mano.

Cuando era pequeña tenía un amigo al que le gustaban mucho los pájaros. Solía subirse a los árboles y se sentaba en una de las ramas para hablar con ellos. A veces no podía encontrale, perdido entre el follaje, pero cuando escuchaba el trino de Jacky, su amigo el pájaro cantor, dirigía hacia donde provenía el sonido la mirada y descubría que algunas hojas murmuraban dulces palabras de caricias voladoras. Entonces llamaba a mi amigo y él me contestaba con un silvido de aire al aire.

Daba igual que él estuviera sentado de espaldas en la rama como yo estoy ahora sentada de espaldas al espejo redondo, te veo a lo lejos. Y aunque mis labios están sellados porque me los he pintado a la japonesa, de rojo, me conecto contigo desde aquí en este espacio virtual. Igual que un recuerdo señalo con el dedo índice el punto de encuentro en la pantalla del ordenador. ¿Quieres verlo? También hay un sitio para ti a mi lado. ¿De qué color lo imaginas? De cualquier forma, siempre puedes volver a pintarlo.
Jacky Winter Bird (Andrea Innocent)

viernes, 14 de octubre de 2011

EL HORIZONTE ES UN BOSQUE EN LLAMAS



Noche brumosa, espesura que clama por desenvainarse de su envoltura y esclarecer lo que esconde. ¿Qué será?

Misterio opaco hecho de nubes silenciosas.

Miro el horizonte y creo atisbar algo. Misterio.

No me muevo; permanezco hundida en algo parecido a ese camino que lleva hacia el horizonte. Búsqueda quieta, callada crisálida, imposible transparencia, pensamiento que es pensado, redondez pálida y blanda como algodón en rama.

He perdido algo y ni si quiera voy a dar un solo paso para encontrarlo. No atravesaré la espesura. Seguiré mirando el horizonte desde el mismo lugar en el que estoy ahora.

Puede que el encuentro no dependa tanto de la búsqueda como del cambio y que este, a su vez, no dependa tanto de nosotros. A veces, el agua vuelve a brotar de la fuente que se había secado. Siempre, el horizonte se aleja a cada paso que damos hacia él. Y creíamos que estábamos avanzando. Cansados, volvemos la vista atrás y también muchas veces volvemos sobre nuestros propios pasos. Así que no, yo me quedo aquí. Esperando.

martes, 4 de octubre de 2011

PAISAJES



Hay una habitación en la que siempre son las nueve menos cuarto. No nos engañemos, el tiempo no se ha parado allí, sólo ha dejado de funcionar el reloj; esto sí que se agradece, que de vez en cuando, algún reloj, en alguna parte, deje de marcar eso que llamamos horas. Inexorable, el paso del tiempo, decimos. ¿Qué tiempo? ¿Ese del reloj?
Porque ¿qué es el tiempo además de un lugar vacío? ¿Qué es el tiempo si no un lugar para ser habitado?¿Qué es el tiempo si nosotros no lo ocupamos?

La historia da coletazos sobre la arena de la playa, como un pez fuera del agua, como un pez debatiéndose entre la vida y la muerte. Vuelve pez al agua, deja de abrir y cerrar así tus branquias anhelantes de oxígeno. Respira. Vuelve a ser pez y a ser agua. Da un salto definitivo y regresa a la sal y a la dulzura deslizante.

La naturaleza está en cambio constante. Fluye y en su fluir es eterna, pero si no nos fijamos bien parece que estuviera parada, como a simple vista sucede con el tronco de un árbol o como las montañas, que se elevan como animales prehistóricos fosilizados. Por eso, estando ante ella los miedos se disipan o se disparan. Uno se marea a veces en un espacio tan inmenso e inabarcable, de inagotable belleza -¿inagotable?-. Pero estando junto a un río te das cuenta de que ese cambio constante está pasando, de que la naturaleza fluye y fluyen los ríos hacia el mar, y es bonito. Hoy discurren hacia el mar y hoy-mañana, mañana-ayer siguen discurriendo.

El desierto, oquedad entre las manos. La arena es engañosa, se escurre entre los dedos, no puede ser apresada. Sin embargo, parece que los páramos se funden mejor con el cielo apartándose para dejar el mismo espacio o más al azul celeste, al rojo y al violeta del atardecer, a las oscuridad con sus estrellas.

lunes, 19 de septiembre de 2011

MIENTRAS TANTO



Tengo apresada una palabra
en el baúl de mi garganta
si la abro como un fonema
me dirá de qué está hecha

Sólo falta una palabra
para completar el crucigrama
si la hallo, será la última
o quizás la primera de otras tantas

Tengo presa de mi garganta
una palabra que si no saliera
cerraría para siempre
la posibilidad de ser labio
la posibilidad de ser de mi garganta
la posible seguridad de que existiera
y no fuera lo que es ahora.

miércoles, 20 de julio de 2011

EL HOMBRE AL QUE LE CRECIÓ MUSGO EN LAS OREJAS

Había una vez un hombre que tenía una curiosa predisposición para encontrar los cauces, surcos y caudales de agua. Pero lo que más le atraía de todo eran los manantiales; por muy alejados que estuvieran, él los hallaba aguzando el oído como los gatos hacen para localizar cualquier sonido. Él no podía decir de dónde provenían ciertos ruidos, como los de los coches o los trenes de mercancías. Tampoco acertaba a identificar los pasos de los transeúntes o la melodía del clarinete de un músico ambulante, pero en todo lo que se refería a sonidos acuáticos era un experto.

Un día, estando cerca de un arroyo, como de costumbre, meditaba sobre los matices fluviales que se le antojaban más cristalinos y perlados que nunca. Fue allí donde sintió una atractiva presencia que rivalizaba en belleza con el verdor circundante. Levantó la vista, siguiendo el impulso auditivo de un fluir constante de vida, y vio a una chica que pasaba por el camino siguiendo el arroyo. Tenía el pelo rubio, casi transparente, y su vestido parecía hecho de algas, dos corales rojizos eran sus pendientes. Escuchó atentamente cómo, cuando aquella chica posaba en tierra un pie y luego el otro, dos charquitos parecían reverberar, devolviéndole a su cuerpo un huidizo pero claro matiz pluvial. Ella se dio cuenta de que la estaba observando y le devolvió una mirada submarina que recordaba el camino de los peces por las profundidades del océano Pacífico. Sus ojos eran de color aguamarina.

Lentamente se acercó hasta ella para escuchar el latido de su corazón y puso su oído junto a su pecho que era resbaladizo como una anguila. Escuchó con asombro, como en una caracola marina, el rugido del viento que le transportaba una y otra vez hasta una playa desierta de arena muy fina, donde las olas rompían sin cesar. El tiempo se detuvo y casi pudo ver cómo las gaviotas sobrevolaban el azul del cielo.

Desde el primer encuentro, no volvieron a estar separados. Según iba pasando el tiempo, un musgo dorado que recordaba mucho al nácar que recubre el interior de las conchas de los moluscos, fue creciendo por los lóbulos del hombre hasta extenderse por sus orejas y cubrirlas por completo. Él, que sentía predilección por los caudales de agua y, sobre todo, por los manantiales, encontró en la mujer una fuente de inspiración constante que nunca dejó de fluir entre ellos.

Chapters 5,6,7...8 The Adventures of Ghosthorse and Stillborn



SUNSHINE
http://youtu.be/BcFVadU1dXY

BLACK POPPIES
http://youtu.be/sbgTs_9N6wQ

WEREWOLF
http://youtu.be/GowrWWE8Kqc

ANIMALS
http://youtu.be/fLAm_uOLT_0

miércoles, 15 de junio de 2011



"Para volver a contemplar nuestro propio ser, no es preciso aguardar al año platónico: no hay ningún hombre que sea sólo él mismo: grande ha sido el número de Diógenes, y no menor el de Timones, aunque pocos sean los que hayan vuelto a llevar ese nombre: los mismos hombres renacen una y otra vez, el mundo es hoy como lo fue en las edades pretéritas; nadie hubo en aquellos tiempos que desde entonces hasta ahora no haya encontrado su misma imagen y, por así decirlo, su propio ser redivivo."

EL HOMBRE QUE TENÍA DORMIDA LA RISA

Tengo dormida la risa. Hace meses que nada me hace reír. Una tarde, la risa se me instaló debajo de las sábanas y cuando me levanté no quería salir de allí.

He inventado muchas cosas para despertarla, pero ninguna ha funcionado. La primera vez probé haciéndole cosquillas, pero nada, parece que había dejado de tener. También probé contándole chistes, todos los que me sabía. Ni siquiera se inmutó. La vez siguiente le puse en el DVD una comedia que tenía en casa y no se le escapó ni medio gesto.

El sueño en el que ha caído es tan profundo que nada consigue hacerla volver conmigo. Claro, pensareis que por qué no pruebo con algo tan sencillo como conectar el despertador. Ya he meditado también sobre este asunto, lo descarté. Las alarmas no funcionan con las risas, sería como darle de comer galletas a una planta, en lugar de regarla con agua a menudo.

La risa se enfadó conmigo, por eso se escondió. Siguió tan terca, decididamente enfadada, que empezó a pasarse demasiado tiempo ausente, alejada de mi todo lo que podía. Hasta que dejé de encontrarla.

Sucedió que un día había quedado con un amigo. Él es de risa fácil, aunque a mi su sentido del humor siempre me ha parecido un tanto infantil. Así fue como, sin saberlo yo todavía, el letargo y la posterior pérdida total de mi risa, comenzó. Caminábamos por una zona residencial en las afueras de Madrid cuando escuchamos una conversación ajena, bueno, más bien fue solamente un comentario que salía de un patio que no podíamos ver porque estaba cercado por altos setos. “Martita, cómete lo que te queda antes de levantarte.” Ciertamente era la hora de la comida, sin embargo, habíamos desayunado muy tarde y en ese instante nos dirigíamos de vuelta a la zona de comercios y restaurantes para tomar algo. “Si Martita no se come todo lo que le queda, estoy dispuesto a hacerlo yo por ella.” Dijo mi amigo. No sin cierta afectación le respondí que quizás era algo mayor para compararse con Martita. Desde aquel día, es más, desde aquel momento, no he vuelto a reír ni una sola vez; tampoco he vuelto a ver a mi amigo. Después de pedir el menú del día, no conseguimos entablar conversación. Nos terminamos los platos y salimos del restaurante, nos despedimos y volvimos a casa. “¿Te has dado cuenta de lo ridículo que era ese chiste?” Le comenté a mi risa. Pero estaba cada vez más aturdida y adormilada. Lo achaqué a que era la hora de la siesta y me eché un rato en la cama, en vez de hacerlo en el sillón como acostumbro, para conciliar mejor el sueño. Fue al despertarme cuando intenté volver a trabar conversación con mi risa, cada vez menos risueña. “Parecía que se burlaba de aquella familia que ni siquiera había podido reparar en nuestra presencia”, le seguí contando en vano. Entonces, queriendo olvidar el sabor a moralina que yo mismo estaba creando entre mi risa y yo, me esforcé en conquistarla de nuevo, esta vez de forma más ligera: esbozaría una sonrisa. Todo lo que me salió fue una extraña mueca que hacía que mis labios se estirasen apretados, con las comisuras rozándome las orejas hacia ambos lados de la cara. Fui rápidamente a buscar la risa en el espejo. Aquel reflejo sólo me devolvía un entrecejo fruncido y dos manos tirando de los mofletes, dejando las marcas de los dedos a su paso por la piel.

Fueron pasando los días y por más que mis compañeros bromeaban y decían cosas bastante graciosas, mi risa no se despertaba. Renegado del placer de una sonrisa, emprendí todas las artimañas que se me ocurrieron para despertarla. Como ya os he contado antes, fracasé. Sin querer, mi vida se había vuelto gris. Mis pupilas habían perdido su habitual vivacidad y se movían por el iris como dos peces pequeños y perdidos nadando por las aguas turbias y algo densas de un pantano. Al mirar las ramas de los árboles mecidas por la brisa y las hojas tintineando iluminadas por el sol, siento una especie de añoranza que no logro comprender. Pienso que quizás debería volver a ver a mi amigo, ya que todo empezó cuando estaba con él, por culpa de aquel chiste sin gracia. Acabo de sentir a mi risa, creo notar que ha hecho un mohín de desaprobación. Ella que tiene sus propias normas, no querrá entender palabras tales como “culpa“ o “moral”. Qué se le va a hacer.

Vaya -me dijo mi amigo al verme-, esa gabardina vieja que llevas se parece a mis alfombras, siguen cubriendo el suelo de casa aunque estemos en verano. Ahora me doy cuenta de que debería quitarlas cuanto antes. Hasta entonces no había reparado en mi indumentaria y al mirarme en los cristales de la tienda de ropa que había al lado, sentí un cosquilleo en el paladar y mi risa, que aunque no lo parecía, estaba deseando salir de allí, soltó una carcajada y luego otra, hasta que las lágrimas me brotaron como dos fuentes de los ojos y, al cabo de un rato, me dolía el estómago de tanto reír. Me sentí tan agradecido con mi amigo por haberme devuelto la risa, que no le conté nada de lo sucedido, pero no pude evitar que mis brazos se extendieran hacia él y le dieran un fuerte abrazo. Disfrutamos de la comida, bebimos, seguimos riéndonos de intrascendencias y paseamos bajo un sol espléndido. Por fin había llegado el verano.
She & Him: I was made for you
http://youtu.be/njFuy7jCirE

lunes, 6 de junio de 2011

LA LEYENDA DE LOS HIJOS DE LAS ESTRELLAS

Venían desde muy lejos. Cualquiera hubiera dicho que venían de las estrellas pues la oscuridad que se mecía en sus pupilas desgastadas era la misma que hubiera visto pasar cien mil noches en vela.

Se acercaron lentamente hasta el pantano con los largos y delgados brazos colgándoles sin fuerza. Yo había decidido pasar aquella noche de verano durmiendo a cielo raso, contemplando las estrellas. Bebieron el agua dulce con sus bocas como animales exhaustos durante toda la noche, aquellos seres cuyo único vestido era su luminosa piel de plata.

Empezó a salir el sol y dejó ver una oquedad horadada donde antes se hallaban las aguas del pantano. La luz de plata que iluminaba sus cuerpos se desvaneció de repente y de la punta de sus dedos comenzaron a brotar menudas plumas azules que pronto les hubieron cubierto por completo. Extendieron sus alas y desaparecieron tras el cielo del amanecer, dejándome a solas con la mirada atónita y perdida entre los árboles del bosque y los primeros trinos de los pájaros.

Hasta el día de hoy no he querido contar a nadie esta historia, pues me habrían tomado por loco. Aunque tampoco supieron explicar en el pueblo como de la noche a la mañana el pantano se había secado. Si me decido entonces a relatar esta experiencia es porque veo que mis días están contados, me he convertido en un hombre viejo. Si hubiera tenido descendencia, quizás habría contado esta historia como si hubiera sido una leyenda, pero no he tenido tiempo. Desde aquella noche clara he pasado los días durmiendo para por la noche permanecer en el hueco de mi ventana, intentando vislumbrar entre las estrellas, cualquier vestigio que me dijera que aún siguen existiendo en algún lugar remoto del espacio aquellos asombrosos seres, hijos de las estrellas.

jueves, 2 de junio de 2011

DÍAS DE LLUVIA

Qué gusto dan los días de lluvia
parece que sólo hubiera que sentarse
y pasar las horas leyendo
sin ser ni conductor ni oficinista
dejando que las palabras escritas
escurran por el cristal de las gafas
y las vemos pasar como señales
de un viaje en coche
como los caminos que vemos de donde parten
pero que no imaginamos hasta donde llegan

Los días de lluvia son para los gatos de la casa
que pueden descansar su elegancia en un ovillo
luego, tirar de la hebra
será como provocar nuevas tormentas
como invocar el trueno y el relámpago.

SIN PRISA

Siempre me dices: "sin prisa"
y es como si una gran mano gigante
descenciera de lo alto de las montañas
para darme calor y cobijo
para quitarme la sed desmedida

Cuando bajan también los caballos salvajes
te haces a un lado
y ellos ni notan tu presencia
les vemos llegar hasta el lago
donde abandonan sus relinchos y patas
para abrevar su fuerza
y sostenerse un rato más,
antes de que llegue la noche y el sueño,
como bandera inventada en juegos infantiles
que construyeron cabañas en el árbol
y los arces les veían soñar una nueva sonrisa
robada a las estrellas
que aún no habían poblado el cielo oscuro.

martes, 31 de mayo de 2011

IMAGINEMOS IMAGINAR

Hay algo de infancia en cada rosa que crece
Hay algo de infancia en cada canción que suena en el coche
Hay algo de infancia, en fin, en los trajes elegantes cuando eran telas antes
Hay algo de infancia en el motor que relincha y al chico que viene corriendo se le caen las gafas y le da la risa
Algo de infancia allá donde vayamos pájaros-manos, bocas-nubes y el alma calada hasta los ojos como premisa de un nuevo mundo alado
Algo de infancia en Tolstoi, Durero, Balzac, Goethe y Kant que no podían imaginar otra historia que la del cambio moral, religioso, social, humano y cognoscible
Hay algo de infancia total en todo lo que escribe, sean formularios grises, poesías, esquelas tristes o pintadas en la Puerta del Sol
Hay algo de infancia en cada ser que camina, en todas y cada una de las semillas que germinan en los campos y que se posan siendo polen en tu pelo enmarañado
Algo de infancia que clama como un niño hambriento en cada universo, particular o infinito, por ser vivido y medido como un traje a estrenar cada mañana porque simplemente el sol ha salido, la luna se ha escondido hasta esta noche tan sólo: podemos intuir algo de infancia en cada gota de rocío,
en cualquier cosa que puebla este mundo real e imaginario.
P.J. Harvey White Chalk
http://youtu.be/CrCQbrFCQ1I

White chalk hills are all I've known
White chalk hills will rot my bones
White chalk sticking to my shoes
White chalk playing as a child with you

White chalk sat against time
White chalk cutting down the sea line
I know Mary's by the surf
On a path cut 1500 years ago

And I know these chalk hills will rot my bones

Dorset's cliffs meet at the sea
Where I walked
(Our unborn child in me)
White chalk
(Poor scattered land)

Scratch my palms
There's blood on my hands

jueves, 26 de mayo de 2011

TU NOMBRE

Tierra fértil es tu nombre
camina por mi cabeza
con paso apresurado y decidido
libiana flor que posa sus manos
en las membranas aladas de mi cuerpo
e inunda de felicidad,
paraiso incomparable,
esta tierra fértil.

lunes, 23 de mayo de 2011

LAS MUSAS TAMBIÉN LLORAN




Hace un momento estaba aquí, esponjosa y libiana. Me he levantado para fumarme un cigarro en la cocina, con la ventana abierta, y cuando he vuelto me he encontrado su silla vacía. Justo al lado del cuaderno, encima de la mesa, había un papel arrancado con algunas notas. Parece ser que me abandona, dice que me sabré apañar sin ella. La verdad es que desconozco su nombre y, como ya he dicho, su silueta era tan etérea como la de una nube borrosa, difuminada, suelta de todas las demás nubes del cielo, tirando a violeta al atardecer.

Debe ser verdad: "me he marchado para siempre", ha escrito con letra nerviosa. También me cuenta por qué. Tiene que labrarse un futuro, así que de ahora en adelante tendré que hacer las cosas sola. Este trabajo no la alcanzaba para llegar a fin de mes y estaba cansada de inspirar siempre a los demás sin recibir nada a cambio, tal vez una sonrisa, la llama de una antorcha ... Me cuenta. "Pero de eso no se vive", me ha escrito también, "y además necesito tiempo para ocuparme de mí misma". Ella, que me ha regalado las horas más frutíferas.

En realidad, siempre intuí que no debía dejarla sola y menos delante del cuaderno, pero no me gusta fumar en el salón, luego siempre me arrepiento de que toda la casa huela a tabaco.

Me pide que no intente dar con ella, tampoco a través de algún otro escritor: "eso se acabó". Ha sido bastante rotunda al respecto. Además añade, que tampoco sería capaz de reconocerla. Resulta que así es de cambiante. Me entristece pensar que ni si quiera puedo buscarla. Tan sólo me quedará de ella su recuerdo, pero ahora no es éste, si no el vacío que ha dejado lo que me desespera. Eso, y la hoja en blanco.

viernes, 20 de mayo de 2011

EL TRAYECTO

Hay un hombre sentado a mi lado que parece estar nervioso, baja de un golpe el reposabrazos de su izquierda, en la derecha no hay ninguno: estoy sentada yo. Y pensar que poco antes descansaba mi silenciosa y tranquila mochila ... ¡Por qué la habré quitado! Pero, claro, empezaba a subir mucha gente y ya éramos bastantes los que estábamos dentro: ¿qué otra cosa podía hacer? Me intento tranquilizar. "Tú haz como si no estuviera", me autoanimo. Pero no sé por qué la cercanía de los desconocidos hoy me pone nerviosa, yo también. Y encima me toca al lado de un exabrupto. Veo un cartel de publicidad en la parada siguiente, parece tan ínfima como yo, "piedra pequeña", parada del autobús en la inmensidad del verde hasta donde alcanza la vista: el cielo azul. La publicidad, en concreto, "anima" a hacerse socio de una ONG mientras uno sigue durmiendo y pienso que esa publicidad va dirigida a gente con más sentido del humor que yo. Eso, o es que, quizás, simplemente, el sentido que capto me da risa pero una risa un poco floja, como boba. Mañana tengo que pedir cita con el médico para que me recete más pastillas. Realmente, hoy no es mi día.

Bueno, a lo mejor con un poco de suerte se baja antes que yo. Concentro toda mi rabia en este pobre señor que no tiene la culpa de que yo esté de bajón. Pasamos por debajo de un puente y giramos a la derecha: otro pueblo más antes de llegar a Madrid. ¿Podría parecer una amargada? Pero es que realmente no encuentro el sentido hoy. Veo mi vida como si fuese una línea, un acontecimiento tras otro, pero no entiendo todavía cómo he llegado hasta aquí. San Agustín de Guadalix. Lo de amargada me hace recordar a una señora que atendía los probadores el día anterior y que me trato, más o menos, como a la ropa que dejé al salir, encima del mostrador. Quizás hoy no tenga la misma cara de desdén porque alguien joven como yo haya cogido una prenda de más. Me cercioro de que el volúmen de mi walkman, bueno, discman, bueno, i-pod esté a la altura perfecta, ni muy bajo ni demasiado alto. Se supone que los trayectos deberían llevarnos a alguna parte; de hecho, casi siempre me gustan los trayectos, pero hoy me bajo en Madrid con la impresión de que no he llegado a ninguna parte.

martes, 17 de mayo de 2011

LA SOLIDARIDAD EN LA ESPERA


Obra de Luis Berrutti

Quizás en otra vida todo era más fácil y sentirse leve como una pluma llevada por el viento fresco de la mañana sería lo más natural. Hoy me siento anclada con tal fuerza a la tierra que podría compararme con una planta. El sol entra por los cristales, así que no me quejo. Odio los días de grises nubarrones y de lluvia como un alérgico al polen, estornuda en primavera. El tiempo, que nunca fue una preocupación real, comienza a serlo. Cruzada la frontera de los 30, todo parece más y menos probable. En mi caso, la aduana ha sido el miedo, un miedo no injustificado que se ha ido instalando debajo de la almohada, todavía no ha encontrado mi corazón y sé que eso es algo que me honra porque si puedo hacer gala de algo en esta vida, es de mi esencial vocación luchadora: no me rindo así como así. La vida me ha ido enfrentando a acontecimientos duros y no es que crea que soy una persona fuerte, pero sé aminorar la marcha, tener paciencia a fuerza de resistir a una impaciencia, a veces, desorbitada. ¿Fantasmas? Pocos. Casi no quedan. Deben de haberse ido por aburrimiento, ya no se les había perdido nada por aquí.

Tengo una pareja que me quiere, me cuida y me protege, quizás demasiado. Pero como alguna que otra vez he sido muy desprendida con la vida, al principio recibí su confortable protección como un tesoro. Sin embargo, a medida que he ido pasando el tiempo, esto ha terminado creándome cierta dependencia. Una dependencia insospechada, desconocida, inimaginada. Puedo hablar de mi misma con cierta distancia pero con total sinceridad. No veo vergüenza alguna en esto. Sé que todos pretendemos una normalidad inexistente. La normalidad es muy aparente y sólo puede confundirse con comportamientos pautados socialmente, que de forma individual sólo podemos mantener aferrándonos a ella con los dientes apretados. Es decir, su constante radica fundamentalmente, en una mayor voluntad que libre albedrío. O sea, que si existe alguna normalidad verdadera, esa es la del libre albedrío. Sé que puedo estar hablando de mí misma y a la vez, estar hablando en general y, por lo tanto, que mis palabras carecen de un necesario tinte personal, de la intimidad de un diario, pues el secretismo, pasada la adolescencia, se abandona y se contrarresta con la libertad de expresión. Si yo, a estas alturas, soy incapaz de expresar mis pensamientos o siento cobardía por hacerlo, es que algo no anda bien del todo. Confío en el género humano y en la diversidad de vivencias y u, opiniones; en la posibilidad de una convivencia sana con nuestros semejantes. Lo que es lo mismo, confío en las personas, aunque no ciegamente ni por principio. Yo también sufro decepciones o siento cómo la soledad, a veces, me sobrecoge. Pero he conocido a algunas personas que siempre han estado ahí, sin que eso suponga en sí mismo una cualidad, sí que me hace reconocer cierta dignidad tanto en mis semejante como en mí misma: “la solidaridad de la espera” de la que nos habló Berrutti.

Mis inquietudes no son más que pensamientos que han sido pensados, seguramente, una y mil veces. No son nada del otro mundo, lo sé y en eso me siento vinculada con los demás, aunque algunos lo compartan hablando, otros escribiendo y algunos otros no lo hagan, eso sería lo peor de todo. No hay motivo para esconder, o esconderse. A veces, yo misma siento tal necesidad de hablar con alguien y no le encuentro a mi alcance, que lo único que puedo es tener paciencia, esa “solidaridad en la espera” de la que hablábamos con Berrutti. Todos, de una u otra forma, más o menos, tenemos que esperar.

martes, 10 de mayo de 2011

EL GLOBO



Estoy tan lejos de ti como puedo estarlo. Nunca dejarás de estar como en una película que sucede en mi imaginación.

Hoy pasé por delante de tu casa, bueno, muy cerca, y ví cómo un globo rojo, más bien corriente, volaba hacia el cielo. Parecía que lo hubieras soltado por mi. En realidad sabías que pasaría por ahí a esa hora y desde luego que conoces bien mi color preferido, el rojo. El globo, efímero e inevitable, volaba directo hacia el cielo. Soltado de tu mano que minutos antes lo sostenía.

Fue tu ausencia y no el globo, lo que me asustó un poco: al fin soltabas la fina cuerda que nos unía. Un espacio que bien podía contenerse en aquel aparato o juguete, ese que compartimos, huyó de tu mano.

Lo se porque no te vi por allí. Debiste irte justo antes, lo suficiente como para decir: "no volverá, se que no lo hará".

Pero que frío y que pinchazo sentí cuando, cruzando la calle, lo dejé de advertir en el azul celeste. El globo, aquel retazo de mi memoria, también huyó; y lo hizo justo a tiempo, porque un momento después torcías la esquina de tu casa y salías a la gran avenida. Te vi con tu chaqueta de pana y tus zapatos oscuros. Ibas junto a un niño que, pensándolo mejor, quizás fuera a quien se le escapó el globo aquella mañana, sin que tú pudieras hacer nada por recuperarlo.

Voló. Voló. Y ... Seguramente a cierta altura: puff! Explotó y nadie lo vió.

OTRA VEZ EN EL ASFALTO

Cuando miré hacia detrás, un cuatro por cuatro se acercaba como vestido por un viento gélido que lo camuflaba en una nube de polvo. Parecía querer mover el mismísimo asfalto. Mario se subió rápidamente a su coche dejándome allí solo. Las luces de los faros delanteros me cegaban y una extraña pero terrible adherencia me había dejado paralizado. El inicio fue pronto un girar y girar de toda la superficie de mi cuerpo aplastada contra los neumáticos; tan sucio volví a aterrizar en el suelo que no quedó ni un milímetro de mi original color rosado. Ni que decir tiene que no volvería a recuperar mi auténtico sabor a fresa ácida.

viernes, 29 de abril de 2011

Cuanto más de acercas, más te alejas
perfil borroso.

DÉJALO IR

Lo que es ligereza
no puede retenerse
es la tenue luz de un viejo cándil
se prende o se apaga.
Camino por el cable de acero que nos unía
como por las palabras de un haiku,
efímero e inevitable.

ALEGRÍA, TRISTEZA ... ALEGRÍA


Camille Corot, El Puente en Mantes

Tristeza
¿por qué estarás otra vez por aquí?
Parece que prefieres el otoño para soñar
y lo que tapa el manto blanco del invierno,
no llega en primavera a la ciudad del viento.

Alegría
te he estado dando vida en cada flor que plantamos juntos
¿por qué tus pétalos son amarillos y silvestres? ¿por qué se caen?
Miro los colores y miro desde la ventanilla de un autobús
como pasan los campos, el ganado, los pastores

¡Quítamelo todo y vuelve!

domingo, 3 de abril de 2011

BARCOS DE VELA

Había oido decir que todos los barcos que zarpaban volvían luego, antes del anochecer, al puerto. Esa misma noche soñó con barcos que navegaban las calles de su ciudad que, como por arte de magia, se habían convertido en canales. Él los veía pasar desde lo alto de su ventana. Al principio sólo se atrevía a mirar entre las cortinas que, por la mañana, dejaban atravesar casi toda la luz dentro del cuarto. Al día siguiente celebraban el día de Santa Lucía. Samuel había dicho a su madre que llevaría puesto el gorro del abuelo, que era un gorro de marinero. La madre había aceptado su excentricidad, no sin advertirle que todavía le quedaría grande y seguramente le taparía los ojos. Pero él no la había creído porque pensaba que intentaba disuadirle de su idea, haciéndole creer que era más pequeño de lo que realmente era. Llevaría puesto el gorro de marinero o no iría a la fiesta.



Cuando se despertó se aseguró, lo primero, de mirar bien por la ventana, aunque desde su casa nunca se había visto el mar. Ni siquiera se veía el muelle.



Tuvo que esperar hasta que se hizo de noche para ver los barcos en el puerto. Todos los niños llevaban en las manos barquitos de papel y los adultos que los acompañaban portaban velas finas y alargadas de cera blanca. Las farolas alumbraban las calles y al llegar al puerto creaban reflejos sobre el agua del mar, tranquila, a esa hora del día. Amarrados al muelle, los barcos dormían y parecían mucho más grandes por las sombras deformadas y enormes que proyectaban. La celebración empezó en la orilla, donde todos fueron depositando los barquitos de papel, suficientemente grueso para soportar el peso de las velas encendidas. Incontables lucecitas flotaban sobre el agua como luciérnagas, iluminando el interior de los barcos de papel.



Fue una noche inolvidable para todos los que asistieron, pero sobre todo para los niños como Samuel, que aquella noche volvió a tener otro sueño. Aquellas luces, suspendidas sobre el agua como falolillos en el aire, llegaban hasta el horizonte y luego, atravesaban todos los mares hasta arribar a unas calles, que en su sueño, eran cruzadas por canales de verdad. También era de noche todavía. Cuando los niños de aquella ciudad se despertaron y salieron de sus casas para ir al colegio, descubrieron que un montón de trozos de papel habían aparecido delante de sus puertas. En todos había algo escrito pero estaban demasiado lejos como para leerlo. Se acercaron hasta ellos para ver que era. Uno de los chavales se quitó rapidamente la mochila y alargando las manos todo lo que pudo hasta el agua, cogió lo que era un barquito de papel, en él estaba escrito el nombre de un niño. Ponía, exactamente, “Samuel”.

lunes, 14 de marzo de 2011

ACERTIJO


LA MANZANA ENANA, Mir.

Cada cada CADA 1 que siga su camino
En el borde del camino los peces
Por el atajo del precipicio crecen los riscos
Areniscas y piedras, cantos rodados cayendo hacia un abismo
Neveras llenas de margaritas en el asiento trasero
Y si nos quedamos, quedan aún muchos huecos vacíos
¿Y si nos vamos? Nos quedamos sin el cuarto de soltería

Tiembla tiembla TIEMBLA que en cada rama cuelga
Mientras sopla sopla y sopla otra vez ese aire de estribillo
Huelga decir que si no te lo digo, serás tú entonces quien lo haya dicho
No es como un molino que son veinte si contamos
Afanosos hilos aparatosos escurriéndose
Por los pelos del flequillo como agua de lluvia
Resbalando por la mejilla ¿y cayendo dónde? Recipiente mío.

Muñecas rusas que juegan contigo al olvido
Han vuelto silbido todo castillo
Y han desmantelado los grandes almacenes
Para llenar sus barrigas que nunca se llenan
De algodón, seda, horquillas y cebras
Un día tras otros días tras un día tras otro

Polvo, todo es polvo en el camino de vuelta a lo conocido
¿cómo puede ser lo mismo todo un cosmos y una manzana?

Por La Mujer y El Mal de Santiago Alba Rico. Yo tenía las manzanas y “Germán ha comido todas las cerezas“ (Interpretación de los sueños, Sigmund Freud)

lunes, 7 de marzo de 2011

SUEÑO CON SIRENAS



"tal vez no sea el pasado del hombre su mañana;
tal vez sólo perdure la Mutabilidad." Percy Bisshe Shelley (Mutabilidad)

La habitación está quieta
y silenciosa
como las hojas verdes de la planta
como un gato
me enrosco y domestico
la impaciencia

la tela de seda
me envuelve
crisálida que aguarda
el tiempo para extender sus alas,
mutaciones cíclicas

las sirenas duermen
su sueño de canción
el agua salada y las algas
practican su suerte de enredadera
más allá de las cruces y los cielos

la orilla donde zarpan los navíos
los niños que se lanzan desde el muelle
el sol se esconde tras la línea marítima del horizonte
las gaviotas descienden transformando la arena
en tierra de huellas y patas voladoras.

sábado, 5 de marzo de 2011

APOLLINAIRE


Caligrama de Hélices (Guillermo de Torre, 1923)

Cuando Apollinaire salió de su casa, creía ciertamente que sus pasos le llevarían como todos los lunes a su trabajo, una oficina de Tag Stack que todos los que hayan pasado por Avenida de América, puede que hayan visto en las primera planta del número dos. Unos amplios ventanales ofrecen unas vistas privilegiadas sobre el tráfico humano y de vehículos que parece perpetuarse de forma ininterrumpida las veinticuatro horas de un día cualquiera. Quizás sí cambian los rostros de los que portan maletas, quizás también los oídos de los transeúntes que moran las inmediaciones se hayan acostumbrado a su ruido. Porque tanto como si quieres usar el móvil o llamar desde una cabina, puedes hacerlo, y la gente lo hacemos. Así como fumarte un cigarro a la puerta de la cafetería de la esquina, Nataresón, se llama.

Cuantas veces se había bajado Apollinaire en aquella estación gris por el color de la banda estrecha de su línea. Salía siempre por la misma boca de metro, la que está en la misma acera de su trabajo. Debido a su nombre, creía que el destino no había podido ser más consecuentemente vehemente consigo mismo. Sin embargo, aquel día se distrajo con una señora bastante afable que le preguntó algo sobre la estación de autobuses, y terminó andando los pasos junto a ella hasta la primera planta donde estaba la estación. De repente, una voz desconocida, por lo que dijo a continuación, le salió por sorpresa y se vio a sí mismo montado en el autobús. La señora en cuestión se sentó en un asiento de la ventanilla desde la que Apollinaire podría verla. En cuestión de diez minutos Apollinaire estaba enseñando al conductor un billete recién comprado que tenía como destino Burgos. ¡Burgos! Rió para sus adentros, pues no le parecía que fuera el lugar perfecto por el que perder el empleo. Se imaginó la escena del siguiente modo:

- ¿Apollinaire?
-¿Sí?
- ¿Te sucede algo?
- Pues la verdad es que no -contestaría Apollinaire-. Es que me he venido a Burgos, Baptista, que tenía ganas de conocer la catedral y ya puestos, también voy a darme una vuelta por los yacimientos de Atapuerca.

En principio su compañero se quedaría atónito y no sabría que responder hasta que después de unos segundos, concluyera que “Apollinaire estaba indispuesto, porque había tomado una cena copiosa y le había sentado fatal. Normal.”

- Baptista, ¿está ahí?
- Sí, Apollinaire. No te preocupes y descansa. Recupérate.
- ¿Baptista?
- ¿Sí, Appollinaire?
- Pero ¿tú me estabas escuchando?
- Por supuesto. Hasta mañana entonces.

No había forma de ser insumiso en una ETT para la que has estado trabajando con puntualidad escrupulosa durante nueve años.

- Tal cual -se dijo-. Mañana otra vez al currele.

viernes, 11 de febrero de 2011

*Desórdenes: se dice de los que desobedecieron las órdenes.

*

Decían que tenía la cabeza llena de pájaros
El corazón en llamas
Y el bolso lleno de arena

De lo que se deduce

Que los pájaros huyeron de su corazón
Un ladrón le robó la playa desierta de su cabeza
Y el mar no supo encontrar su bolso.

lunes, 31 de enero de 2011

BOTAS DE LLUVIA ROSAS

Botas de lluvia rosas
Palabras que llegan
Entran y se quedan
Mañana no volverá

Entiendo que basta con hablar

El sol ha salido
El frío no le da tregua
Paraguas mojados y aceras
Una sala de cine

La noche del domingo se ha quedado
Desierta, como en la película
Una de ciencia ficción
Veo el arco iris

Cruzando el cielo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Antes de ser, yo
no era nada
qué seré
- qué tipo de materia
rige todos mis movimientos -
quién soy
mientras tanto.

lunes, 17 de enero de 2011

PARA TI (QUE ESTÁS TAN LEJOS Y TAN CERCA)


Imagen Pág. 52 Océano Mar (Alessandro Baricco)

I

Hay resquicios tuyos
En la cera de colores derramada por el candelabro

Si te siguiera buscando
Con la mirada alerta, te encontraría
En casi todos los objetos
Dentro y fuera de esta casa
Pero no encontraría la fuerza que los anima y los convierte
En materia palpitante llena de vida que choca
Como el sol contra los cristales de mis ojos-ventanas

II

Dejar que las cosas pasen
Sin provocar incendios temperamentales que pronto
Se derrumban en un montón de cenizas
Es como interponer objetos ciegos de oscuridad
Contra el astro luminoso, así no te quiero
Como recortes de cartulina
A contraluz, te anhelo
Quizás te deseara como reminiscencia pero
Yo no te amo en las orillas, no
Si no en pleno centro
Vorágine
Profundidad de las corolas, vorágine
Surcando la espiral de pétalos gigantes
Llevada por lo intenso de tu aroma,
Escarabajo volador,
Quedo atrapada cuando te cierras
para luego salir volando y polinizar
Las demás flores blancas del nenúfar

III

Vida capital

La periferia rodea toda la vida
Acurrucándola, arrullándola

Por el sonido del tráfico que se aleja
Y luego vuelve, melodía fugaz
Conozco de que están hechos
Los fuegos artificiales.

jueves, 13 de enero de 2011

UN CUENTO PARA CASILDA


Portada "Caminos sin nombre" Anna Cagtagnoli

Casilda se sienta en el jardín y mira a los pájaros cómo llegan, les echa migas de pan con la mano. Casilda cuenta que tiempo atrás su madre hizo lo mismo que está haciendo ahora ella, “da de comer a los pájaros“. Por eso Casilda piensa con su cabeza llena de estrellas y constelaciones estelares que un día llegará hasta su puerta un pájaro distinto, quizás por su tamaño diminuto, quizás por sus colores un poco menos apagados, y Casilda extenderá su mano y el pájaro trinará de aquella forma que conocían como llamada sus antepasados ovíparos.

Casilda quita las migas del mantel ribeteado y blanco y las tira a la basura. Casilda piensa “qué estará pasando”, se marcha a su habitación acompañada de un sonido diafragmático y presiente un ardor en sus mejillas, Casilda niña. Quizás pudiera acompañarse por los argonautas o mejor extender los brazos y volar como las aves migratorias. Cruzar la tierra y los mares y los océanos y llegar, cerrar sus alas y haber llegado. Casilda cuenta que las aves son su páramo y que Pedro … Casilda no conoce el significado de esta palabra.

Casilda siempre se ríe, menos cuando llora (nadie sabe por qué llora) y las flores hacen muecas a Casilda tumbada entre los árboles del bosque, se levanta y desaparece. ¿Dónde vas, Casilda?- le preguntan los alces. Voy a aquel lugar- contesta Casilda señalando las nubes.