lunes, 21 de julio de 2025

MIL PRINCIPIOS MÁS


Hundida en el nicho de mi ventana

clavo la mirada en la pantalla

y escalo los ecos de las palabras, 

me llevan a cumbres mordidas por el viento

donde habitan los dragones del silencio

que sobrevuelan la calma que me envuelve

con la brisa del mar lejano tan lejano

cuando no lo había podido ver todavía.



La ventana se ha llenado de espesura negra

como la noche que se enreda en el vidrio

marchitándose la aurora en los bordes del olvido,

la memoria de lo antiguo llega hasta aquí

rodando como un balón de infancia

que gira al son de los ruidos orquestales

acompasando su deslizarse al tono de tus pasos:

podría vivir mil vidas y no podría alcanzarte.



Quiero ser la hoja que cae en primavera

quiero ser la flor que se abre en otoño

la brisa que mueve el copo de nieve

el blanco sol del verano inmaculado

una mota que se lleva el viento en su latido

la mirada robada a los anteojos

la parada escondida en la montaña, más abajo

el cauce congelado de las venas del río

sangre que se inflama con el rugido tenue del ocaso.



Tengo escondida en mis venas

una multitud de ecos que excavan mi sangre

—como si fueran caimanes en agosto—

y tu cuerpo enredado en mi sien

me dicen que siempre llegaré a tiempo

porque el tiempo nunca espera

porque las cicatrices son luciérnagas

porque las heridas dejan de serlo

porque quizá la brisa marina alcance a cerrarlas.



Paso por debajo del umbral del silencio

como una luciérnaga cegada por la noche

recuerdo que un día claro llegaste hasta mí

mientras compraba un billete de tren sin destino

desfilaron los compases del último vals

hasta el más íntimo caudal del deshielo

y se hicieron de día los anocheceres

como si abril fuera un mes incierto

me aferré a las vías de la estación más lejana

y partí en ese vagón vacío hasta la mañana siguiente.

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