lunes, 25 de marzo de 2013

EN EL OTRO LADO

















Existe un lugar donde no importa cuándo o por qué llegas. Sin más, entras y todo lo que dejas detrás al cerrar la puerta sigue viviendo fuera como un animal al acecho. Al principio, se acerca cuando apagan las luces y escuchas el sonido de su respiración muy quieto. En este país no llegan las cartas, se acumulan en fardos que luego se entierran. En realidad, nadie sabe dónde está este sitio, pero igual se puede llegar. Su ubicación es desconocida porque los que vuelven de allí sufren una especie de amnesia referente a ese periodo de tiempo en que estuvieron "desaparecidos".

Los habitantes de este país no hablan entre sí, durante su permanencia sólo les es permitido hablar mentalmente consigo mismos y al que quebranta esta ley se le encierra en una dependencia aparte hasta que pierden el ánimo de dirigirse a sus semejantes y de hablar en voz alta. Podría pensarse entonces que este lugar es de un inquietante silencio sepulcral, si no fuera por toda una serie de altavoces que hay colocados a lo largo de los techos que emiten una sintonía de música clásica, excepto en las horas señaladas para distintos avisos que todos indistintamente deben acatar, como la hora de la comida, la hora de hacer gimnasia, la hora de las medicinas, la hora de irse a la cama...

Nadie está enfermo, pero no se quejan por tener que adormecer sus noches con las píldoras azules que les dispensan los hombres de batas blancas; tampoco son especialmente reacios al obligado cumplimiento con el ejercicio físico ni con sus entrenadores personales; no reniegan de la comida que no se parece en nada a la que estaban habituados a tomar con anterioridad, excepto en que les mantiene nutridos. No se sabe bien por qué las cosas simplemente funcionan de forma eficaz.

Ninguno trabaja; estudian atentamente la orografía del país, descartan accidentes geográficos como fallas, montañas o ríos: en El País todo es llano. No existen grietas por las que pueda fugarse una hormiga, así como tampoco existen las hormigas ni ningún otro insecto. Algunos tienen animales robóticos de compañía que permanecen dentro de las habitaciones individuales de sus dueños.

En lugar de ventanas, los cuartos tienen pantallas LED en las que se proyectan distintos tipos de paisajes que no existen en El País y que ninguno de sus habitantes recuerda haber visto nunca. Se diría que les embarga la misma amnesia cuando entran que al salir. Sucedió una vez que falló el sistema de emisión y en vez de imágenes definidas aparecían distorsionadas franjas de colores cambiantes, como ocurría en las pantallas del tren en el que iba antes de llegar a este lugar. No lo recuerdo demasiado bien. Estaba sentada junto a la ventanilla cuando un señor mayor de gafas oscuras que se guiaba gracias a un bastón se acercó a mí. En aquel momento, intenté descubrir los ojos escondidos tras los cristales negros y después, no puedo recordar nada más, solamente una puerta roja que se cerraba y, de nuevo, la misma puerta roja que se volvía a abrir.

2 comentarios:

  1. Brutal. Sencillamente Brutal.

    R.

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  2. como me alegro de que te haya gustado. Claro, creo que es muy de tu estilo. También me alegra tener noticias desdeelfindelmundo!!! Hasta pronto.

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