Mi cariñoso homenaje a Ana María Matute y su "Paraíso inhabitado".
Salía del marco
del cuadro y oíamos sus pisadas, crujidos de hojas secas. Cruzaba el patio
nevado y entonces le perdía la pista. Sólo él y yo le veíamos. A nadie más le
importaba. Cuando él se fue, el unicornio también se marchó. Durante mucho
tiempo les esperé a los dos: ninguno volvió. Yo sí que volví al teatrito de
cartón, a la alfombra de nuestras lecturas, al balcón de la estatua de león.
Parecía que el paso del tiempo se había amontonadado sobre nuestros lugares
habituales; desde luego, una enorme capa de polvo los cubría y las flores que
crecieron esa primavera en la que me enseñó a volar como había prometido en
invierno, se volvieron de plástico, viscoso plástico que no me atrevía a tocar.
Preferí volver a navegar sola en barcos nocturnos de papel sobre el parquet
encerado del salón de las lámparas de araña. De todos los niños que había
conocido sólo le quería a él y él me había enseñado a volar y me había
prometido también que un día nos iríamos juntos de allí, a París, donde su
madre era una famosa bailarina rusa. Por fin, la conocí. Ese día en que ella no
quería llorar y en que por nada del mundo yo lo hubiera hecho. Quería conocer a
la única amiguita de su hijo, como decía mamá. Entonces decidieron que sería
una crueldad no dejar conocer a una madre, por muy bailarina y rusa que fuera,
a la única amiguita de su hijo. Las madres tienen un concepto muy anacrónico de
la cordialidad. Porque sin la prohibición implícita anterior, mis escapadas no
habrían existido. Ni los ires y venires de las tatas, ni su complicidad, ni
la posterior necesidad de compresión de mamá.
Él también se
escapaba, solía hacerlo por las noches. Yo no sabía a dónde iba. Sólo se que él
podía ver al unicornio como yo, al mismo tiempo. Pero yo dormía y él salía de
su habitación. Quizás iba hasta el balcón de cristal y desde allí podía otear,
mientras yo permanecía sumida en el sueño, los caminos nocturnos de nuestro
amigo secreto. Y le seguiría. Le perseguía. ¿Por qué habría de hacerlo? Ese ser
de espejo, magia que no debía ser desvelada. ¿Por qué Yuri habría de seguirlo?
Estuviera donde estuviera, estaría con él. Les imaginaba surcando los cielos,
ese cielo celeste vacío de primavera. Atravesando bosques de abedules. Les
imaginaba perseguidos, ahora ambos juntos, por el Rey Cuervo, esas últimas
páginas que no quisimos leer les acechaban. La tía Amalia, encomiada por mamá,
vino a llevarme a Las Ruinas. Mientras nos desplazábamos en “la cafetera” hacia
tierras cada vez más verdes, me explicó, cuando le pregunté, que los
unicornios, si se marchan, nunca vuelven.
Suena trágico y el suicidio así, a secas, lo es. Pero en esta película el tema está tratado con mucho humor… No creo que pretenda, de hecho, tratar el suicidio en sí, o tal vez en parte. Pero lo que refleja la película por encima de esto es la necesidad y la posibilidad de encontrar el antídoto (no mágico, ni definitivo, por supuesto) a ciertos males crónicos que nos aquejan, como la tristeza, la soledad, la injusticia social. Así, Harbour, optimista redomado y el único hermano de Wilbur dice en un momento de la cinta: “es bonito que las personas se unan cuando no tienen a nadie”. Harbour, pendiente en todo momento de las crisis de su hermano, regenta una librería que ha heredado de su padre y Wilbur debería también hacerse cargo de ella. Como se puede imaginar, esto no figura entre los planes de Wilbur, entregado por completo como está a maquinar otro tipo de planes. Sin embargo, para bien y para mal, la vida da giros inesperados; a veces, vueltas de tuerca.
Personajes muy auténticos, diálogos perfectos, frases dignas de recordar, ternura, estupidez, bondad… Son algunas de las cosas que me vienen a la memoria cuando recuerdo esta película. A veces, pasan cosas que no queremos y cosas que no podemos evitar; a veces, no podemos elegir. Buscando la felicidad, a saber con lo que uno se encuentra. Buscando la propia muerte, ¿qué nos puede salvar?
"-Fíjate en los árboles, los troncos de los árboles del invierno -dijo de pronto Eduarda.
Miré a los lados de la calle, y allí estaban los troncos, unos y otros sin hojas, con las ramas casi negras recortándose en la claridad del día.
-Son como las personas -añadió-. Mucho follaje, mucho esplendor... tapando o protegiendo su verdadera naturaleza. Ahora ha llegado el invierno, y el invierno no perdona: saca a la luz tanto los troncos rectos como los retorcidos. Así es el invierno. Ya te digo, como las personas en el último tramo de su vida.
Entonces no la entendí muy bien. Pero cuando hablaba no sólo ponía punto final: seducía."
Ana María Matute. Paraíso inhabitado.
martes, 22 de octubre de 2013
Me molesta tanta
luz, tan poca
luz me molesta
estando a tu lado
porque no es
suficiente, ¿es
bastante esta
luz?
Cruzados por la
suave luz de lluvia
sabiendo de la
certeza que se acerca
ayer rayos,
truenos
hoy lloramos con
ojos secos de lágrimas
en el espeso
vacío
de tu ausencia.
Absurdos
programas en la tele de la cafetería
ruido de
cubiertos ruiseñores
sillas vacías
acarreamos una
ausencia detenida
espantamos volutas
de humo
no niegan nada,
nos lo han negado todo.
Sabemos que
acarreamos una suerte de ausencia detenida
los trenes lloran
los barcos vuelan
el papel seco tan
seco que parece empaparnos con sus noticias
alargando lo que
le falta al día para ser nuestro
todos los gritos
apagados por la noche.
Se rompió el
silencio
yo rompí el
silencio
el silencio que
lloraba
arañando con
finas uñas
te lo entregué
te lo quedaste
como rehén
rehén a cambio de
qué.
Que los pájaros
se han marchado me dices
adonde te diré
se han marchado
donde los niños aún lloran
se han bebido sus
lágrimas todas
los niños ya
brincan los niños como gamos
los niños juegan
en las nubes
las prefieren al
terciopelo del traje acartonado
tumbarse sobre el
pecho algodón espuma del reno también.
Algo tienen que
hacer mis manos para acercarte la vida bella
espantarte los
clichés de felicidad que nos venden los escaparates empañados
sin empalagarte
el apetito
sin regalarte
falsas promesas.
Algo tienen que
hacer mis brazos
para acercarte un
pedazo de vida
al borde del
colapso, al borde de la alegría
sin oprimirte
demasiado en el abrazo
sin poner el tuyo
a prueba.
Algo deben de
hacer mis pies
para hacerte
llegar el murmullo de las baldosas por las que todos pasamos
sin disfrazarlas
con alfombras rojas
sin perderme
detrás de la esquina siguiente.
De verdad que
algo han de decir mis palabras
más allá de la
soledad y del apego
sin pedirte la
respuesta correcta
sin amordazar tus
posibles preguntas.
Quiero decir que
algo más debe de haber
mientras te
pienso y te miro
y te veo.
jueves, 17 de octubre de 2013
Me lo expliquen... Pero aún así me gusta; y por eso.
martes, 8 de octubre de 2013
(...) El Surrealismo está presente allí donde no se instala la servidumbre, allí donde el hombre desespera de sí mismo. El Surrealismo es un estado en permanente revuelta contra todo y contra todos los que no aspiran a su liberación. No se reconoce más que en lo que tiene de irreductible: una necesidad imperiosa de libertad, a cualquier precio. En tanto que surrealistas, no insistiremos lo suficiente en una crítica implacable de aquello que quiera impedir por cualquier medio la liberación del hombre, su emancipación en los dos terrenos: el del espíritu y el social (...)
"Por la boca del volcán", en: "Los días en rojo: textos y declaraciones del Grupo Surrealista de Madrid" (pág. 21)
La oscuridad y el miedo cuando se apagan las luces. Recuerdo la persistencia de una pesadilla que busca el interruptor de la luz: la luz total, la luz ciega. Palabras no pronunciadas, precariedad de la voz. Todo, todo esto se perderá mientras el sueño se agita en su mordaza. Porque Germán es un glotón y se ha comido todas las cerezas. Pendientes granates para mi muñeca china, Nancy Oriental: el primer cuento de terror que me contaron no era de Lovecraft. Mis ojos incandescentes en la oscuridad que no existe son heridas abiertas: diáfano es vivir en la luz total de los campos infinitos de nuestra juventud –hoy arrasada por el incendio que amenaza con derrotar tu nívea faz de luna llena-. Navegaré océanos de acuarela en un navío sin comandante donde perdí el disfraz de niña y la piedra para la rayuela tendida sobre la acera está. ¡Pero dilo claramente! La crueldad con que asumes tu papel de tierra vieja, de mínimo grano de arena, de universo contenido en el ojal, te delata: Tú no has conocido la oscuridad… Misterio recién nacido que me abrasa hoy al mirarte. Adiós a las noches de verbena y a sus destellos de bombillas de colores.
Queremos flores hoy
las que nos salven de matrimonios pactados
Queremos flores hoy
para que la arrogancia se deshoje como los árboles en otoño
Queremos flores hoy
contra el muro de voces acalladas por el llanto
Queremos flores hoy
que nos dejen alimentarnos de ellas cuando el juez condena el aborto
Queremos flores hoy
porque el día de la mujer salvaje lleva esperando demasiado tiempo
Queremos flores hoy
por su aroma, por sus colores, por su tacto
Nazcan silvestres allí donde enterraron a las que llamaron
brujas, locas
a las que asesinaron
Queremos flores hoy
que no derramen lágrimas por haber nacido mujeres en un mundo de hombres que las condenan a esconder sus rostros tras un velo
Queremos flores hoy y para siempre
por todas las que lucharon por ser ellas mismas sin edulcorantes, aditivos ni conservantes
Queremos flores hoy
porque el día acaba de comenzar y puede ser muy largo si no llegamos a fin de mes
Queremos flores hoy
que apaguen las luces de neón con forma de cuerpo de mujer
Queremos flores hoy
para las hijas que fueron relegadas a la cocina y al cuidado de los hermanos
Queremos flores hoy
flores del maltratador
flores del explotador
flores del violador
flores del amante infiel
flores del amo
flores del corruptor
flores del asesino
flores del depredador
Queremos flores hoy también
de mujeres que, como aquellos, no albergan amor en su corazón para las de su género.
Existe un rumor de olas que baña la orilla de mis pies
cuando sube la marea
temo su cercanía de algas escurridizas
cuando se aleja
echo en falta el frío revitalizador de sus aguas
las olas que se acercan
y se alejan
me cuentan historias de otras orillas
incluso me recuerdan donde esta mi casa, a la que yo me refiero como mi hogar
a veces me quedaría tumbada en la arena
dejando que esas olas se esfumen en la distancia
aunque sea inútil, pues la luna rige sus eternas mareas
la luna que todo lo ve
mientras un nuevo ciclo nos acecha
presiento en mi latido su compás vibrante
echo a caminar mis pies
sintiendo en el precipicio de sus acantilados
las olas rompiendo contra mí.
Se adormece el cielo
brinca la tela de las banderas
burbujas apagándose en el vaso de agua
el calor que se aleja
Se encienden naranjas las farolas
descansa su cuerpo el gato sobre la mesa
las casas se abren a la brisa del crepúsculo
como la fruta madura
caen las voces sobre las aceras
la luna afila su mentón
el día es un acordeón que se pliega
los pájaros vuelven a sus nidos
y ceden el turno a las cigarras
pronto yo también encenderé la luz
el azul es más azul
mientras la estrella que cuelga todavía solitaria de la bóveda celeste
me mira y me interroga
como quien no entiende qué hago yo aquí
-quizás sea un satélite-
en este remoto punto del universo
como quien no tiene palabras para explicar
el misterio de este molinillo de viento
mientras la estrella que cuelga todavía solitaria de la bóveda celeste
desaparece del firmamento
dejándome a solas en el latido de la noche,
como un recién nacido.
Gelatina naranja de la vela
se posa en mi mirada
exhausta de esperar en el vidrio que la abarca
chocaré contra el cristal
polillas encontré en el umbral
y pensaba: ¿quién las trajo hasta aquí?
¿por qué polillas en mi puerta?
"Es algo normal en este lugar"
mis ojos se llenaban de tristeza y aniquilamiento
porque las polillas seguían allí muy quietas
como ensartadas en el adoquín gris
reflejo de la nube gris
aunque no me importara esta grisura
era cálido el regreso a casa
las ventanas amplias que miraban a la calle
la pausa oportuna en los libros
en la nieve, en los parques paseos, en los cafés
un posavasos donde escribiste tu ilusión
y la vuelta siempre sobre el carromato lleno de trastos
pensando en gaviotas que nunca vimos
sí golondrinas sí cigüeñas casas de piedra y ladrillos y ladridos
en la espiral del movimiento espacial
olvidando el silencio acuoso de la macetas
nombrando pueblos y ciudades, caminos y carreteras
tengo la esperanza fija como una flecha (que señala en una dirección)
pero pudiera ser otra y de otra manera.
Me siento viva y tranquila
como los posos del café en el fondo de la taza
como los salmones remontando la corriente del río
sin saber todavía para qué
como si entendiera que todo tiene valor
también la espera con su paciente estera
si me centro en lo que soy
yo
soy
la incertidumbre de lo que añoro desaparece.
recorrida por siluetas en un impás redescubro las luces y las sombras
acaricio el papel de las paredes y las yemas de los dedos no tiemblan al pasar por los contornos de las formas geométricas
cierta electricidad se va acumulando en mis huellas digitales
las hundo en tinta
qué fácil es imaginar la sala llena, abarrotada; huir tras del telón por la puerta de atrás del edificio -acurrucados descansan dos gatos dormidos-.
Estoy cansada de mi autobiografía habrá que trepar a los árboles y construir allí casas de madera mecernos bajo la brisa vespertina acurrucarnos en el cuenco de la noche mañana no será otro día mañana anulo hoy posibilidades azarosas como un legionario sacudo el petate lleno de polvo, partículas incrustadas en la suela de mis zapatos recuerdo el recorrido en camioneta los barrotes fríos, la celda, la celda abrigo a mis mascotas y mato el instinto criminal de una puñalada: suena mal luciérnagas dormidas son las estrellas plutonio corrosivo la luz del sol paraguas tendidos en los percheros paraguas rendidos lluvia a media voz. Un camino recorre el paisaje desierto, vacío como la soledad del último hombre en la tierra: todo para qué. Montañas de mensajes y todo para qué abrigarnos para qué, contra qué calor tropical transacción universal barados en el océano de tu risa clandestina mordedura de serpiente ajena convertida en serpentina paseando por tu pelo brilla lo que brilla moraleja: quizás cuando sea viaje por serendipia desdoblo las esquinas aplano el paisaje rodeo de formas retorcidas el umbral descubrir qué hay detrás no quiero morir quiero terminar parir salir morir no moriremos las fotografías caducas apelmazadas por el polvo que traía el legionario bajo los tacones resquebrajados y secos los ojos por no llorar por prohibirse inhibirse herirse crujientes disfraces de vainilla con galleta probaron los amantes cuando eran, antes zzzwei zzzwei hoy estás más guapa que ayer pero menos que mañana y los cañones eran granos de tierra y los cangrejos de río unicornios alados voló una moneda por los aires girando vacía de contenido: salió cara (yo había apostado "cruz") pasitos verdigrises detrás de mí ¿me doy o no la vuelta? Tiro el anzuelo el boli la tinta el papel no la historia se escribe sola y sola se queda Björkana. Busca el regazo de la manta busca aquella chica tras el escaparate chanclas libros y cuando se haya talado el último árbol resuelve el asunto pero ya no hay árbol lágrimas ruedan la R pasitos verdigrisesblancos me acechan con ojos felinos coloreante el camino psicodelia de niños con el arcoiris vibrando en las branquias ramificando el sentido hacia para por según sin ton ni son.
La puertas se abren y se cierran
yo sigo aquí tras los barrotes de los días, distancia del paisaje enmarcada en las pupilas
acurrucado al tran-tran de las horas
abuela, cuéntame otro cuento
ay qué frías las manos
hasta los rosarios rezando tiemblan
rozando las ramas arqueadas tras las ventanas
como un sonámbulo recorro pasillos a oscuras, habitaciones con persianas bajadas
la pulsera busca tu muñeca
pero cae y hace un ruido tremendo baldío hueco metálico e hirsuto
flores trompeteando verde rojo azul en mi cabeza, extático
el pájaro en su rama de alambre
la torre más alta todavía más ausencia de su ventana de hojalata más espera de su trenza
Existe un lugar donde no importa cuándo o por qué llegas. Sin más, entras y todo lo que dejas detrás al cerrar la puerta sigue viviendo fuera como un animal al acecho. Al principio, se acerca cuando apagan las luces y escuchas el sonido de su respiración muy quieto. En este país no llegan las cartas, se acumulan en fardos que luego se entierran. En realidad, nadie sabe dónde está este sitio, pero igual se puede llegar. Su ubicación es desconocida porque los que vuelven de allí sufren una especie de amnesia referente a ese periodo de tiempo en que estuvieron "desaparecidos".
Los habitantes de este país no hablan entre sí, durante su permanencia sólo les es permitido hablar mentalmente consigo mismos y al que quebranta esta ley se le encierra en una dependencia aparte hasta que pierden el ánimo de dirigirse a sus semejantes y de hablar en voz alta. Podría pensarse entonces que este lugar es de un inquietante silencio sepulcral, si no fuera por toda una serie de altavoces que hay colocados a lo largo de los techos que emiten una sintonía de música clásica, excepto en las horas señaladas para distintos avisos que todos indistintamente deben acatar, como la hora de la comida, la hora de hacer gimnasia, la hora de las medicinas, la hora de irse a la cama...
Nadie está enfermo, pero no se quejan por tener que adormecer sus noches con las píldoras azules que les dispensan los hombres de batas blancas; tampoco son especialmente reacios al obligado cumplimiento con el ejercicio físico ni con sus entrenadores personales; no reniegan de la comida que no se parece en nada a la que estaban habituados a tomar con anterioridad, excepto en que les mantiene nutridos. No se sabe bien por qué las cosas simplemente funcionan de forma eficaz.
Ninguno trabaja; estudian atentamente la orografía del país, descartan accidentes geográficos como fallas, montañas o ríos: en El País todo es llano. No existen grietas por las que pueda fugarse una hormiga, así como tampoco existen las hormigas ni ningún otro insecto. Algunos tienen animales robóticos de compañía que permanecen dentro de las habitaciones individuales de sus dueños.
En lugar de ventanas, los cuartos tienen pantallas LED en las que se proyectan distintos tipos de paisajes que no existen en El País y que ninguno de sus habitantes recuerda haber visto nunca. Se diría que les embarga la misma amnesia cuando entran que al salir. Sucedió una vez que falló el sistema de emisión y en vez de imágenes definidas aparecían distorsionadas franjas de colores cambiantes, como ocurría en las pantallas del tren en el que iba antes de llegar a este lugar. No lo recuerdo demasiado bien. Estaba sentada junto a la ventanilla cuando un señor mayor de gafas oscuras que se guiaba gracias a un bastón se acercó a mí. En aquel momento, intenté descubrir los ojos escondidos tras los cristales negros y después, no puedo recordar nada más, solamente una puerta roja que se cerraba y, de nuevo, la misma puerta roja que se volvía a abrir.
Cuando juraste por mí que se alzaría la grupa
los caballos alados yacían en una suerte de sueño
de sus moradas se irguieron vencedores
el animal silencioso de hierro fundido candente fundido cayó.
Una mirada tuya eleva hacia lo alto una plegaria suya
basta de bromas
está es una cuestión seria
de complicidades vive el anhelo
acierta el clavo la mirada.
Alarma las armas desarman
se alargan las sombras del fusil
la luna ardiente se retuerce los bigotes como Dalí
la noche espuma emborrona
lo que el día limpia
sin memoria-sin consuelo
esparce las semillas yermas
queman la tierra espuma
olas fugaces como un bombero sonámbulo
quisieran llegar al sueño
sueño con que sueño
dormido
yerro los caminos
dibujad aunque sea con tiza
la estela de horses in my dreams
para que llegue
infinitamente
como el decimal periódico
como la espiral atronadora
el anillo abierto
las dos serpientes mordiéndose la cola.
Piensa en un color
píntalo todo de ese color
matices, degradados, sombras, claros
piensa en un color
no me lo digas
tú piensa en un color
a ver si el día que amanezca
vierte la luz sobre ese objeto delicado
con un dedicado ángulo
y bajo esta perspectiva
tú piénsalo
no me lo digas.
Érase una vez un caballo negro de imponentes alas y raso fiero
érase una vez un caballo negro que quería volar
sus alas abiertas parecían de cristal
volaba en sueños de caballo negro
veía desde lo alto de las nubes el mundo entero
caballito plateado bajo la luz de la luna
bajo la fuerza de los rayos del sol
caballito alado
bosque trotador
trozos de papel al viento,
el caballito voló.
Naves industriales
humo de carbón
lejos de la mina
el caballito voló
Blanca mañana
blanco día
noche blanca
sábanas frías
sueños mudos
vete bruja
vente hada
a saltar la hierba mojada
Dibuja con los dedos en las ventanas empañadas
al calor de una vela
o a la sombra de una vereda
sigue las líneas que crecen de las palabras escritas con tinta china
o sólo tinta
o lo que sea
deja de creer que lo que era
deja de creer que lo que era.
Máquina feroz
su rugido es de cartón
abrelatas que vuelan
temidos por el ratón
escuela de naufragios
en bellas islas que de noche
velan un sueño enjaulado
una verdad a medias tintas
cintas de coral
viste mis labios de papel celofán
cabalga mientras puedas
hasta que creas
llegar
caballitos de mar
pistolas de espuma
tebeos
risas
prisa
queda algo
en la nevera
levanta el mantel
espera
¿recuerdas cuando era?
pequeño bulto latente y latidor
latón comprimido y gafas de sol
marineros anclados a un botón
caminantes con mochilas bajan hasta el portón de pie-dra
construye torres de papel
construye algo que no se derrumbe al primer soplido del lobo
casita de los tres cerditos
Blancanieves de algodón cosiendo manzanas
rebobinando ruecas está la Bella Durmiente tomando un café solo
insomne Pulgarcito en la tripita del buey
cueva
cueva
oscura cueva
aroma de chicle de fresa
pierde la pista el turista del antifaz
cazando gamusinos en Galapagar
moscas berrocales veranos frugales
en mi cuaderno hay dibujado un fort apache de juguete.
Ni este silencio es total
ni esta soledad es total e indefensa
argumento compañías cercanas como la tuya y la mía
me acompaño en mi soledad
y los rincones escabuyen sus delirios
saben unirse las letras de mi libro y me amparan
sin paraguas ni paracaídas
al raso cielo
¿porque es hoy lo que quiero?
¿porque no existe el abismo sino súbitas muertes de esperanza?
No,
porque no pesa el dolor ni la angustia
porque ocupan lo mismo que la alegría y el encuentro
soy más lento
el recuerdo roza apenas este instante
así que la nostalgia se vistió de lluvia que ha ido empapando con su traje mis paseos bajo la capucha de mi abrigo verde
y la de mis compañeros de viaje, compañeros de fatigas
de cansancios y de muertes
de ausencias y desiertos amarillos
llena
llena está la copa de la vida
mas no rebosa
bebo con mi más sincera amiga
de este tiempo que no se nombrar
cumplo con las horas que no suenan a tic-tac
estoy fraguando sin quererlo complicidades sin máscaras
cáscaras posadas en la mesa
retazos de posibilidades
y un sinfín de respuestas poco definitivas
como el eco
eco
eco
abre la caja sin sortilegio
prende la llama sin aspaviento
entra, entra: ya estás aquí de nuevo.
El ruido se fuga para no volver a ser igual a sí mismo
ahora río igual mar igual nacimiento en la montaña igual su cauce aquí
certero presente que todo lo contiene
como el cuenco de unas manos se va abriendo
como las compuertas de una presa y derrama
igual sabiduría de brahmán, ayuno de samana, besos boca prestada de bebedor sediento de vida que se escapa moribunda, libre comercio
¡huye! ¡huye pájaro cantor!
mira como crece el paisaje y el niño juega alrededor del sol
barquero, llévame hasta la otra orilla y piensa
que yo, Siddharta, aún estoy en el camino.
Una casa me crece de la rodilla que tengo cruzada
mientras estoy sentada en una nube y veo la Tierra Dorada,
dentro de sus entrañas duerme el sol,
el viento levanta los granos de arena y se los lleva
donde un naúfrago espera la llegada de la noche
olvidándose en su remota isla de que el cielo se cubrirá de estrellas
¿Somos clones las estrellas? Veo mi propia imagen en la pequeña pantalla del móvil, en los escaparates, en los charcos de las aceras. Porque brillo con luz propia, luz de estrella.
En mi mirada azul se esconde el toro azul
todos llevamos dentro una antigua luz
en mi mirada yacen dos amigos: el oso panda y el tigre de Bengala
soy pequeña aún
en mi cabeza se posan pájaros y se enmarañan huesos
esperad la llegada de un mundo mejor.
Esta es la historia de Peter, aunque no será él quien nos la cuente. Por motivos que el lector descubrirá pronto, Peter no puede ser el narrador de su propia historia.
Eran mediados de noviembre. Las hojas se desprendían abatidas y viejas de las ramas de los árboles. El parque estaba desierto a aquella hora; no únicamente el parque, Peter también estaba allí solo. Miraba el paisaje que le rodeaba, reducto de naturaleza en la ciudad. No era como estar en mitad del campo, desde luego, había una gran diferencia: el aire frío que entraba en sus pulmones no dejaba de ser aire contaminado y sentía el tráfico y las edificaciones demasiado cerca.
Desde la muerte de su madre, Peter no había hablado con nadie. De eso hacía ya tres meses. Había vivido con ella desde que el tiempo era tiempo. No tenía hermanos y su padre les había abandonado cuando él era sólo un crío. Ni siquiera recordaba su cara. Tras su muerte, la madre le había dejado aquel piso enorme que era su casa. Permaneció sin salir de allí hasta que el sol se escondió tras unos nubarrones que descargaban, de vez en cuando, grandes gotas de lluvia con fuerza contra los cristales. Había ido tirando con las reservas de comida que quedaban en latas de conserva y botes, en el congelador y en el frigorífico. El dinero no le faltaba pero no sabía cómo podría vivir, de todas formas, sin la única persona que había conocido. Conservaba fotografías de ella posando en los distintos sitios a los que habían ido a pasar las vacaciones: París, Praga, Pekín, Estambul … Su madre siempre lo había organizado todo. ¿A dónde iría él de ahora en adelante? Además, tenía el problema añadido de las palabras: se le habían escondido en un lugar recóndito que, por más que lo intentaba, no lograba descifrar.
Abrió el cajón de la mesita de su habitación con la esperanza de que las imágenes de las fotografías le devolverían impresiones que podría convertir en palabras: nombres de ríos, adjetivos bonitos, verbos. Sobre todo quería encontrar las acciones pertinentes. Las imágenes volaban como aves migratorias aleteando ante sus ojos y pronto desaparecían de su vista para continuar su viaje hacía tierras cálidas, sin dejar ni rastro en el cielo de sus párpados.
Se le ocurrió entonces que quizás podría dibujar la materia de la que estaba hecha su memoria y salió a la calle para hacer unas compras. Entró en la tienda de manualidades de la Plaza de San Antonio y pronto se dio cuenta de que había olvidado cómo se traducían los colores a palabras. Instintivamente comenzó a señalarlos sobre los estantes como si fuera mudo de nacimiento o tan sólo un niño chico. La dependienta fue cogiendo uno tras otro el amarillo, el marrón, rojo, naranja, verde, azul, negro … Cuando Peter creyó que eran suficientes hizo un gesto en el aire con la mano y la dependienta le enseñó la cuenta del ticket, que había expendido la máquina registradora. Le dio unas cuantas monedas y se fue.
De ahora en adelante tendría que convivir con imágenes y su propio silencio, pero él no podía saberlo porque no acertaba las palabras… “Silencio”. “Imágenes”. “Convivir”. Y además estaban los nexos y las conjunciones como “que” e “y”. Se puso manos a la obra y dibujó ramilletes de flores, bodegones de frutas y botellas, desnudos después, marinas, paisajes otoñales. Sobre todo dibujó paisajes otoñales, ya que cuando salía a dar paseos por la calle era lo que veía.
Una mañana, quizás por error, entró en el portal de un piso que no conocía. En una de las puertas del bajo había un letrero que decía: “Taller de Escritura”. Cruzó el umbral como un sonámbulo y cuando quiso darse cuenta de lo que hacía se encontró con la cara de una chica muy sonriente, que le preguntaba: ¿Necesita información? Sí, exactamente, eso es lo que necesito por encima de todas las cosas -se dijo a sí mismo-, pero sólo acertó a hacer un gesto afirmativo de cabeza. La chica le tendió un folleto donde se explicaban los contenidos y los horarios del taller. Leía. Peter estaba leyendo. Al fin y al cabo, las palabras no se habían ido tan lejos; allí estaban, escritas en un folleto, en la boca de aquella mujer. Casi podía rozarlas con la punta de los dedos, pero justo cuando creía que podía nombrarlas ¡puff!, desaparecían sin más dilación. A pesar de consistir en lo que él conocía como consonantes y vocales, a pesar de poder verlas impresas en un papel, no conseguía hacerlas salir de sí mismo. A pesar de oírlas y pensarlas. A pesar de no ser pronunciadas, las palabras vivían. Tienen alas, son como ángeles -pensó- y aquella misma tarde las dibujó. Una alegoría.
Al día siguiente, acudió a su cita en el Taller de Escritura; eran las siete de la tarde y llevaba consigo la Alegoría de La Palabra (no de Dios, se entiende). Se sentó en una de las sillas colocadas en semicírculo y prestó mucha atención a todos los relatos que los compañeros leían. Hasta que llegó su turno. Sin sentir pudor, de pura alegría, sacó de una carpeta grande y negra la pintura y se la mostró. Los comentarios no tardaron y unos decían: “qué colores tan bonitos has elegido”, otros añadían que la atmósfera del cuadro estaba muy lograda y unos pocos, aludían a ciertos matices de las pinceladas y a los toques gráficos, muy sutiles. Peter rebosaba alegría y levantándose de pronto, respondió: Gracias. Y todas aquellas personas, perfectos extraños que no conocían a Peter, no pudieron entender la cantidad de connotaciones que contenía para él aquella simple e importante palabra, pero a Peter no le importó.
Nos han exiliado de la vida y de la rima
nos quedamos calvos de sonrisas
deparamos en que nuestra camisa ha perdido su botón
nos miramos los zapatos pero no llevan cordones
elevamos aviones de papel
el viento indomable se los lleva
demasiado lejos, demasiado rápido
todo cae como lluvia sobre nuestra frente ya mojada
como lluvia y todavía no hemos salido de la ducha
lucha atemporal, bruñido está el cristal
bocas que cantais a las montañas
llevadles también nuestra plegaria
plañideras inciertas a estas horas
rogad a Dios por nuestras almas
porque yo
porque yo
sólo pienso en la noche y en mi vida como un limón
el gato se ha escapado, no quisó decirme adiós
está en la naturaleza de los gatos
abrillantar sus lomos contra nuestros zapatos
tendemos puentes entre dos orillas
los cruzamos de puntillas
para no molestar a las nubes en lo alto
ni al río desde abajo
la canción dice: dormiremos en el maizal
pero no recuerdo toda la letra
¿repercuten los sueños cuando no se recuerdan?
Cogí los botes de spray de pintura y me dirigí a la estación por la que sabía que él pasaba todas las mañanas a las ocho y treinta y cinco minutos.Una vez allí, me situé al principio del andén donde creía que podría verme tanto a mí como lo que había escrito en la pared. El tren hizo su entrada y los que esperaban para pasar se acercaron a las vías. Todas las puertas se abrieron, menos la suya. Entonces sucedió: miró de reojo y me vió, también los graffitis. El maquinista misterioso salió de su cabina y me besó.