El sol de otoño sobrevuela los tejados
se choca contra los cristales
rompiéndolos en cien mil haces voladores.
El sol de otoño cae como mariposas monarca
sobre las aceras
y se lleva ¡ay! Se lleva
las noches ajadas que son gajos de naranja abierta
las noches calurosas de verano
como si fueran millones de peces voladores
colibrís empachados de néctar de las flores más jugosas.
Dejadme entre estas cuatro paredes de cartón
leyendo poesías de Bukowski y algún otro domador
mientras él llega y no llega
mientras un taxi se lleva las baldosas amarillas de Dorothy
y un coleccionista de sellos se aficiona imprevisiblemente al
alcohol.
Betadine para las heridas
cuando se curan, pican.
Dejadme observar cómo se quiebra la quilla
y se hunde el buque fantasma
flotan en la superficie del agua yodada los tesoros que
pesqué
en tierras más áridas y extrañas cardos enmarañados en mis botas
de cowboy
en extensas llanuras de la estepa.
El deseo tiñe de carmín los labios de Otoño
que mancha mis mejillas cuando me besa
aquí sentada escuchando el ulular de la lechuza
me sorprendo e intento mantener la calma
todavía incierta
le dejo marchar tras la estela reseca de sus cabellos
marchitos:
piedras en la mesa
que traje de otro mar.
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