martes, 18 de diciembre de 2012
CONTIGO
Quiero decirte que sin ti
todo esto que llamo mi vida
hubiera sido distinto
como las sirenas sonando
sin tener un destino
como la ropa tendida
sin ser recogida
como una señora
vieja y sola, como la luna blanca
como una niña
sin estrenar por una vez zapatos nuevos
como un cartel publicitario
sin contracrítica
tan distinto puedo imaginarlo
prefiero imaginarlo contigo
yéndonos a Lisboa
pintando de colores las paredes
paseando por el Retiro
viendo películas juntos
cazando al fugitivo
verso que entre los dedos
de los días quiere escaparse
un corcel dorado
y se adormilan los policías
acunados por tu canto
todas las inmundicias pueden
apagarse en el televisor
repartirse el pastel los otros
esos que arramplan con glotonería
has de saber que sin ti
todo lo que construye mi vida como yo
hubiera sido otra lluvia
pesada incandescente furtiva
aparente cartonpiedra de lluvia
con esos arbolitos transparentes
y la alegría soportable.
ES VITAL
Los barrotes han de caerse
me he dado muchas veces contra el muro ciego
pero no siento su frío aliento
hoy quiero agradecer a los que están a mi lado
sus alegrías y sus espantos
esas caricias que parten de ellos y reparten
esas voces broncas que también blanden su espada y atizan al aire
sobre todo quiero celebrar la vida, no las navidades
las llegadas y los no adioses
estos huesos y esta carne
lo que se mueve y lo que permanece quieto
las palomas y los ratones
los botones y las torres
los lugares en los que sueño estar algun día y los sitios en los que ya he estado
las habitaciones vacías y los espacios abarrotados
las miradas evasivas y la piel certera
las ambulancias y los aviones
los seres alados y los seres terrestres, los acuáticos
y los distantes fuegos fatuos
la algarabía y el día siguiente
los trapos deshechos y los manteles bien puestos
¡que se mueran los feos!
viernes, 14 de diciembre de 2012
TORRES DE CRISTAL
Cometa en el cielo azul
sostenida por el viento
simula una tentativa
de ingravidez del empeño
de una mano al borde
del precipicio del cordel
como esos días
en los que me fugo de mi ser
y todo a mi alrededor
es ajeno y desvincúlase
donde yo soy apenas
un pensamiento que hilvana
las costuras de mi traje de buzo
construyo torres de cristal
para el naufragio
afortunadamente se hacen añicos
paradójicamente cuando cesa el temporal.
LEÓN Y ÁGUILA
Pienso que la belleza y la fealdad
son las dos caras de un mismo rostro
antiquísimo
como el mundo de los dinosaurios
selva madre
sable padre
reza madre
calle padre
Pienso que la vida
contiene muchas muertes, súbitas a veces
y se despereza el niño inocente
y se desesperan los púlpitos celestiales
que ya era hora
de ser león y águila
que ya era tiempo
de morir cuantas veces
se nos llevara el viento.
CASTILLOS EN EL AIRE
Castillos en el aire
¿y qué si no?
Cerraduras de ojo de camello
y tizas de camaleón
Castillos en el aire
¿dónde me duermo yo?
Panzudo vientre de acero oxidado
jugo de limón
Castillos en el aire
paisaje al que doy la vuelta:
caen los copos de nieve.
domingo, 9 de diciembre de 2012
INTACTO
Inmersa en el vacío lunar de una habitación situando los días tras las ventanas
deshaciendo las horas felices en recuerdos que cada vez se alejan más
y más
Toco, palpo los objetos con los ojos heridos vendados y no los reconozco:
la palabra vuela sin nombrar, ya no crea nada
Recuerdo punzones que agujereaban los puntos dibujando la silueta de una figura y no se qué puede significar. Lo llamaremos infancia.
Pongo cinta de celofán en las grietas de un antiguo dolor que persiste en las rendijas de las persianas
Echo de menos cuando todo era y yo también como símbolo de pérdida me queda una distinta tierra que no florece llenando el cáliz de sentido
Escribo para asirme a estas patas de la mesa que sustenta hasta que los pájaros de mis manos hagan sombras chinescas que intentará dar caza un felino atigrado
Cornamentas de reno intentan penetrar por debajo de la puerta cerrada y sus golpes no me asustan tanto como la extrañeza de la visión apagada.
martes, 27 de noviembre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
CENIZAS
Mira la llama, recoge las cenizas de la hoguera
esparcidas están por todas partes
bajo las escaleras y me las encuentro en el rellano cuando voy a abrir la puerta de la calle, amontonadas
la lluvia ha empezado a caer tic-tac
y las ha empezado a disolver tic-tac
se han convertido en tranvías ¡flash!
Vuela el otoño con sus hojas de madera
cae el invierno con sus cuentos de nieve y de pueblos de piedra
llega la primavera con sus promesas olvidadas en carpetas que se cierran
aterrizamos siguiendo la pista del verano para contar moscas con los dedos de las manos.
Cuando estamos disfrutando nos olvidamos de apagar la hoguera
pero de nuevo vuelve la lluvia de otoño que se ocupa de ella
¿o de sus cenizas?
lunes, 8 de octubre de 2012
AGRADABLE SENSACIÓN
El mundo se ha vuelto cristalino, el sol una perla blanca. El tren se para entre dos estaciones y veo el reflejo de la sirena naranja de una escabadora en el cristal de enfrente. Los rastrojos ocupan la empinada cuesta que baja hacia las vías. El Este se sitúa a mis espaldas calentando mi nuca mientras proyecta las sombras hacia delante.
EL FUTURO
El futuro es como un gato solitario negro y blanco encaramado en un bloque de rocas que mira pasar el tren.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Y HE SENTIDO PAZ
Y he sentido paz… En este momento en que el sol se ha
escondido, la luz es tenue y hace resaltar las zonas iluminadas de los objetos
con un brillo especial que contrasta armoniosamente hacia las zonas más
oscuras. En mi mente no hay ruido, escucho el silencio que no miente vacío.
Despacito, parece que quiere volver a salir el sol, pero alguna nube perezosa
lo vuelve a tapar como un dulce manto frío tapa al enfermo de fiebre. Cuando
pienso en ti me invade esa sensación cálida que cubre todo mi cuerpo y ahora
esta atmósfera lo envuelve calmando un poco mi sed, haciéndome sentir que los
pies son un poco más pesados y se afianzan en la tierra. Sin embargo, a la vez,
mi cuerpo se desenvuelve liviano, se puede mover ligero.
miércoles, 22 de agosto de 2012
PÍNTALO TODO DE ROJO
“Just burn down the house!
burn down the street!
turn everything red and the beat is complete
with the sound of your world
going up in fire
it's a perfect day to throw back your head
and kiss it all goodbye”.
Doing the unstuck (The Cure)
Dos fuerzas opuestas tiran hacia cada lado de mí
no he pensado demasiado en ello
pero tiran bastante hacia cada lado
ha dicho: una es oscuridad y frío
ha dicho: la otra es luminosidad y calidez
yo quiero seguir jugando
¿te sacarás el carnet de conducir algún día?
Quizás lo haga todo aflorar
a veces me gustaría ser más rápido, calcular mejor las distancias
decir aquello que es aire para el aire
es alejarse cada vez más
ha dicho: dejarlo todo aflorar
saltar por los aires, brincar
silencio, vienen curvas
sellad los abrazos… ¡aaaaaah!
si todavía sigo siendo el mismo
qué más dá
cifraré el mensaje
y, otra vez, vuelta a empezar.
lunes, 6 de agosto de 2012
LA ALEGRÍA
La alegría está llena de sonidos critalinos, como el mar
se teje con los colores del paisaje, como una maraña de
luces incandescentes
no se piensa, se siente
y cuando parece que empiezo a volverme transparente
pienso en ella y me digo: “no detengas tu fuerza”
porque la alegría es como un buen amigo
EL CUARTO DE INVITADOS
En el cuarto de invitados la vida pasa lentamente
a penas un suspiro puede despertar a algun vecino
así que permanezco quieto
hundido en los pliegues de la almohada
quizás un poco abatido tejiendo monólogos
pero recuerdo cómo llovía cuando me acerqué a este cuarto
y conozco los colores de la brisa
que esperan pacientemente en el firmamento
la luna tiñó su faz de color azafrán
miércoles, 1 de agosto de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
"Porque si nos aterra imaginar un futuro sin la visión de los rostros o el sonido de las voces que amamos es porque intuimos que tales pérdidas constituyen la cifra, el signo, de una pérdida que se encuentra en el límite de lo que nos sentimos en condiciones de soportar. Se trata de un dolor mucho más cruel, y es el dolor de no experimentar dolor, de sentirse indiferente hacia aquello que, por otro lado, no podemos olvidar que marcó a fuego nuestras vidas. Caemos entonces en la cuenta de que lo que realmente habríamos perdido en el camino es algo de nosotros mismos. Nuestro propio yo habría cambiado, lo que es como decir que el yo anterior habría muerto. Se trata, señala Proust, de "una verdadera muerte de nosotros mismos, muerte tras la que vendrá una resurrección, pero ya de un ser diferente y que no puede inspirar cariño a esas partes de mi antiguo yo condenadas a muerte".
Amo, luego existo (Manuel Cruz)
Amo, luego existo (Manuel Cruz)
miércoles, 18 de julio de 2012
UN TRABAJO DEPRIMENTE
Un posible trabajo deprimente
me deprime
escaleras rotas
ascensores vertiginosos
timbres, llama al timbre
para ganarte un sueldo
pregunta
llama al telefonillo
responde
una pegatina como aviso para un compañero: portal marcado
Camino mareada por la debilidad que me produce no haber desayunado
un chico me habla, prefiere
ser comercial a ser biólogo
trabajar por incentivos a trabajar en Faunia
lleva zapatos de punta y traje negro desgastado
corbata, 26 años
Cantan en el metro
canciones vulgares
pero no estamos locos
sólo somos así porque lo requiere el trabajo
Un tipo rumano corpulento me llama
como a un perro
es mi guía, mi encargado en el cotarro
cuando le digo: este trabajo no es para mí
lo entiende, nada más que hablar
"hasta luego", me despido
Todos a una: "somos maravillosos"
como un equipo de fútbol antes del partido
sólo que reunidos en una plaza.
miércoles, 11 de julio de 2012
UN PLIEGUE SE ACURRUCA
Un pliegue se acurruca en su falda y, en la otra punta de la ciudad, el ala de fieltro de un sombrero negro deshace conjeturas y alza el vuelo hacia el perchero. Las cucharillas duermen y en el cajón tapado sueñan con vasos de limonada y con esponjas de colores que las abrillantan: el verano, sí, el verano en que aquel joven atravesó la bahía sí que fue un verano para recordar, piensan. Menta fresca, espuma de mar seca en la arena, palulús y la sombra de las palmeras; bañadores de rayas blancas rojas azules y negras. La pajarería es un entramado de barrotes y plumas, un jardín-paraíso en medio de la ciudad. Deme ese pájaro pequeño, el que tiene más colores que compitan con un pliegue somnoliento. Las bobinas de hilos que descansan en el cestillo de costura rodarán todos por la tarima deshaciendo tapices, tejiendo vías de tranvías. Para Silvia, la mujer niña que todavía no sabe nada de tucanes ni de piratas ni de Julio Verne. Y ese pájaro vuela, sabe escapar por la puerta, sortear el rugido de los coches y va a posarse en el alfeizar de una ventana lejana, séptimo cielo. Su cantar refresca las columnas solemnes del salón que ríen a carcajadas mientras la melodía va girando a su alrededor como en un tocadiscos. Se dirige hacia el sofá y juega con un mechón de pelo caído sobre los párpados. Hoy amaneció a las cinco y cuarto de la tarde, sus colores brillantes me deslumbraron antes de abrir los ojos, ya lo sabía, era un regalo que venía de las nubes. La mano que se quitó el sombrero negro de fieltro abre la cerradura y descubre una carrera de alas y de manos que recuerdan el arco iris que rodó por el cielo nada más salir el sol.
lunes, 9 de julio de 2012
MI REFUGIO
Quieres ser mi refugio
quieres ser mi
refugio
hacia donde correr cuando quiero escaparme
taparme con tus brazos
y también con tus palabras
Quieres ser mi refugio
certeza que acerca la simplicidad, lo fácil, lo que es bello
acogerme cuando la noche es demasiado oscura
cuando la luz del día abre las heridas
Quieres ser mi refugio en el centro de la esperanza
refugio de montaña
albergue blanco de sol
asilo en tierras castellanas
Si quieres ser mi refugio
escucha el murmullo callado de la hierba en las praderas
silvido del viento rozándolo
Si quieres ser mi refugio
has de conocer los puntos de fuga
asumir los escapes
destaparé para ti las ramas secas
no tendré que pedir nada a cambio
si quieres ser mi refugio.
The soft parade-The Doors:
http://youtu.be/PQ3WfF81PTQ
SOMOS PLUMAS PARA EL AIRE
Allí me sentía paralizada
el tiempo que no pasaba
partitura que no hace sonar mi guitarra
colores planos que no cuentan nada
soplo de aire tendido en la cama quieta
salió por la ventana abierta
rebotó contra el toldo de la terraza de abajo
la farola de la calle iluminó sus motas de polvo que caían como copos de nieve
y chocó contra el suelo de goma que se ablandó bajo su peso
atravesó la verja de la urbanización
sintiendo que cada vez pesaba menos
que en cualquier momento se lo llevaría el viento
el aire que es del aire
volaba libre sobre la ciudad somnolienta
haciendo titilar las luces de los aviones y las estrellas.
Esta mañana volvió a entrar por mi ventana
como si quisiera besarme, ha rozado mi mejilla
despertándome de un sueño:
somos plumas para el aire,
una parte suya se ha quedado a vivir conmigo.
CRISTALINO
No se si habré aprendido algo
-cristalino-
a veces sólo por liberar
desato lazos recorro calles nocturnas
voy atesorando imágenes asesino al guionista
-cristalino-
todo lo que puede llegar a ser
será
cristalino
agua en la concavidad de las juntas manos
tierra para ser recorrida por nuestros pasos
aire para que nos lleve hasta el infinito
fuego para quemar cualquier huella rota
será cristalino
como cualquier día el sol
reflejándose en el agua del mar,
escamas plateadas:
cristalino.
jueves, 5 de julio de 2012
CASCABELES
Abrir los brazos y volar
eran aves migratorias
pararon unos días en el embalse
para luego reanudar su camino
las estrellas suspendidas, las estrellas
en la noche clara
luna llena
les vieron marchar
hacia tierras lejanas
hacia nombres desconocidos
donde sus caminos se separaron
pero nunca volvieron a sentirse solos
los recuerdos, lo vivido
les había cambiado
habían crecido
habían conocido lugares nunca sospechados
y no volvieron a aquel embalse
susurraron a las hojas caídas
palabras como cascabeles
y cuando los árboles crecidos florecían
permanecieron tumbados a su sombra
cantaron nuevas voces
tocaron nuevos rostros
también vieron al zorrillo del Principito marchar
cuando estaban a punto de tocar fondo
y entendieron.
LA LÍNEA DE LA PALMA DE MI MANO
Una línea se me va
de la palma de la mano
no sé hacia dónde se aleja
espera
mírala marchar
me ha dejado un vacío
no quedan resquicios de ella
en la cocina, los vasos apilados
¿y mi línea de la palma de la mano?
En el salón, en las carpetas
en los dibujos y en las fotografías
no la he encontrado
se perdió
quizás vuelva
es probable que no
quizás ande sola
la línea, sin mano
quizás hebra de otro cabello
nervio de hoja, de retoño
primera flecha a la derecha
palo de la i griega
filo de lo afilado
dibuja una llama
dibuja una flor
quizás dibuja la finísima ala de una mariposa
Cualquier día
la línea de la palma que escapó al destino de mi mano
me encuentra y me saluda
en un lenguaje que muchos, no sólo ella y yo, conocemos.
jueves, 28 de junio de 2012
TAKE ME HOME
Hace frío en este lugar. Retinas congeladas. Take me home.
Pedazos de globos de colores rotos. Tímpanos sordos. Take me home.
El teléfono que suena y lo dejo sonar. Palabras mudas. Take me home.
Azul de acero el aire que me corta. Olor a desinfectante. Take me home.
Seca la lengua como esparto. Gusto amargo. Take me home.
Pedazos de globos de colores rotos. Tímpanos sordos. Take me home.
El teléfono que suena y lo dejo sonar. Palabras mudas. Take me home.
Azul de acero el aire que me corta. Olor a desinfectante. Take me home.
Seca la lengua como esparto. Gusto amargo. Take me home.
martes, 5 de junio de 2012
EL HOMBRE Y LA MÁQUINA
Camino, pero no sé por qué camino
Me escondo, pero no sé de qué
Mi corazón late, pero apenas siento una emoción
Si esto no es caminar, si esto no es mostrarme, si he dejado de sentir ¿cómo decir que estoy vivo?
Cuando todo se vuelve gris
Y quizás prefiero no conocer este color
Cuando debería ser blanco, o ser negro
Pienso el automatismo de las máquinas
¿qué hay entre ellas y yo?
Frente a mi se sienta un robot
Sé que no debería percibir mi pulso, como se acelera
He de mentir
Para salvar la vida
No retar a la máquina
Que tampoco perciba mi miedo
¿y si todo ha sido un sueño?
Camino con cuidado, estoy despierto
Me escondo, pero no demasiado (sigo creyendo en su existencia)
Acepto mi miedo justificado contra la máquina y su automatismo
Parte de mi robot
¿Cómo era ser feliz?
Recuerdo apenas una forma de sentir
El dolor y el placer
Saldré fortalecido
Saber lo que me pide el corazón
Aceptarlo, no esconderlo
Caminar al son de su latido
aunque no recorra todos los caminos
desaparece la máquina y yo sigo aquí
un poco menos perdido.
martes, 22 de mayo de 2012
¿QUIÉN?
¿Sentir? ¿Qué quieres que sienta? Primero conquisté el Everest, conseguí subir hasta su cumbre, he recorrido los valles de los Urales y caminado por la arena roja del desierto de Wadi Rum, he sobrevolado en globo la orografía volcánica de Cabo Verde, he visto renos en los bosques de Canadá, comido carne de foca en Groenlandia y he podido sentir la electricidad cósmica propia de las auroras boreales… Tantos lugares que jamás creí que conocería, todavía viven como recuerdos impresos en mi memoria. Ahora, ¿qué quieres que sienta? Poco a poco, ni siquiera sabré el día en el que vivo. Todo empezó sin darme cuenta, olvidé el nombre de mi nieta pequeña, pero los recuerdos más remotos permanecen inquebrantables todavía. Eso me queda. Las malditas pastillas. Lo sé. Sé que tendría que tomarlas… Odio tener que introducir en mi boca unas píldoras de química ajena para salvaguardar, dentro de lo que aún se puede, lo que me pertenece: mi memoria, mis recuerdos. ¿Sabes? Recuerdo también el día en que te conocí, tú estabas sentada debajo del limonero de la casita blanca de tus padres, aunque yo todavía no sabía que era de tus padres. Recuerdo el olor dulce y amargo y ese amarillo brillante que doraba un poco el sol del atardecer. Tu pelo negro remarcaba la silueta de tu rostro y toda tú, también dorada, con el sol del atardecer. Me fijé en tus piernas largas que se extendían por el césped saliendo de una falda blanca y en cómo comías limones, claro. Me pareció encantador que alguien comiera limones así sin más, a bocados como tú lo hacías, mi amor. ¿También perderé este recuerdo? ¿Dime? ¿Esto también se perderá para siempre? Porque tú, sin embargo, no me prestabas ninguna atención. ¿Te acuerdas de que te saludé? Tú miraste hacia mí guiñando los ojos, te molestaba el sol, y me devolviste el saludo. Recuerdo que todavía te chorreaba un poquito de jugo del limón por la comisura de los labios cuando me acerqué para hablar contigo. Te limpiaste de un manotazo. Siempre fuiste tan salvaje… Y ahora, todo esto se perderá. Lo sé. Puede que no vuelva a despertar nunca más de una anestesia que irá confundiendo mis neuronas, haciéndome cada vez más y más dependiente, de ti, de los hijos, de los nietos quizás. Seré un estorbo. ¿Qué no diga eso? Y luego vendrán los cambios de humor, cuando no entienda qué hago en tal sitio o cómo he llegado hasta allí. ¿Quién te comprará limones entonces, mi amor? ¿Cómo volveré a ver el verde magnético de las auroras boreales cambiando a púrpura y volviéndose azul? ¿Quién te contará nuevas aventuras? ¿Quién inventará una historia real mejor que esta que está por venir? Tú, sí, tienes razón, tú lo harás por mí…
jueves, 10 de mayo de 2012
ZULA ESTUVO AQUÍ
El trocito de sombra de una persona permanece quieta en medio del umbral de la puerta de la calle, alargada y deforme. Desde alguna ventana abierta se cuela el sonido de un jazz estridente mientras la sombra que permanecía quieta atraviesa un salón seguida por los pasos de su portador, a quien resulta imposible distinguir en la penumbra y al que la escasa luz nocturna que entra ha teñido por completo de azul. Se acerca hasta la cocina, manipula algunos objetos que hay sobre la encimera hasta que finalmente coge lo que debía de estar buscando. Mientras, en el cuarto de al lado, un dormitorio, se escucha la respiración tranquila de una mujer que sigue durmiendo ajena a la intrusión. Reparamos en que la persona que acaba de coger algo de la cocina tiene complexión masculina y se dirige hacia el dormitorio. Se quita la ropa y se mete en la cama. Pronto podemos percibir por su respiración que él también se ha quedado dormido.
La luz del sol se cuela entre las rendijas de la persiana y Susana se despierta. Se queda un rato más acostada con las manos metidas debajo de la almohada cuando nota que allí hay algo. Asustada retira de golpe la mano y sube la persiana para poder ver. Le había parecido que había tocado unos dedos que no eran suyos, por eso al comprobar que no hay nadie más en su cuarto, respira aliviada. Sin embargo, para quedarse más tranquila levanta la almohada y descubre que hay un lápiz. No recuerda haberlo dejado allí. Algunas noches lee antes de dormir y subraya las frases o los párrafos que más le gustan, pero la noche anterior estaba demasiado cansada y se quedó dormida antes de coger el libro. De hecho, se acuerda perfectamente de que ese lápiz lo usó para hacer la lista de la compra el día anterior y lo dejó al lado de la libreta, en la cocina. Va a la cocina y ve que la libreta sigue en el mismo sitio donde la había dejado, pero ni rastro del lápiz. Coge la libreta y la abre por la última página escrita: ¿eh? Pero esa no es su letra… Alguien, vete a saber quién (ella vive sola), ha dejado un mensaje corto: “Zula estuvo aquí”. ¿Qué estupidez es esa? No conoce a nadie con ese nombre y ningún extraño ha podido entrar en su casa cuando estaba fuera. Vaya broma de mal gusto, piensa, y coge el teléfono para llamar a Carlos, que es con quien estuvo el día anterior. Al otro lado de la línea Carlos la saluda. Susana se apresura a contarle lo que le ha pasado esperando que él se ría y le diga que fue el primer nombre imaginario que le vino a la cabeza, que no pretendía asustarla. Pero enseguida cae en una cosa: ¿y lo de dejar el lápiz debajo de la almohada? Eso no le hace ninguna gracia, su cuarto es un sitio íntimo y más su cama, su almohada. Además… Carlos no se ríe, Susana no puede verlo, pero incluso ha empalidecido. Ese nombre, Carlos lo recuerda. ¿Cómo podría olvidarlo? Además de que ha pasado muy poco tiempo desde la última vez que lo escuchó, no entiende cómo Susana puede saberlo también. Es imposible. Mientras, ella sigue esperando una respuesta hasta que, por fin, Carlos le dice que va a ir a su casa, que prefiere explicarle lo que sabe en persona.
Media hora después, llaman a la puerta. Susana abre y Carlos entra como una exhalación. Le ofrece un café, pero él lo rechaza. Quiere ver la libreta. Esa no es mi letra, afirma. ¿No lo ves? Escribe algo al lado despejando sus dudas. Pero el nombre sí me dice algo. Le cuenta. Yo conozco a esa persona. Bueno, conocer no es la palabra apropiada: le he visto y sé su nombre. Ella no entiende lo que Carlos intenta decirle. Él continúa: ni siquiera puede afirmarse que esa persona exista en realidad, jamás le he visto como te estoy viendo a ti ahora. Lo que sucede es que tengo un sueño recurrente: me despierto y siento que no estoy solo, entonces giro sobre el cuerpo hacia el otro lado de la cama y puedo apreciar una silueta en la oscuridad que duerme placenteramente conmigo. Al principio no siento miedo aunque es inquietante no saber quién es. Entonces, su respiración pausada se acelera un poco, el extraño se ha despertado y, envuelto en un manto de luz azul, como leyendo mis pensamiento, me mira con unos ojos que no recuerdan ninguna otra mirada que haya visto nunca y susurra: Zula, Zula, Zula. Tiene una forma terrible de pronunciarlo que recuerda bastante al sisear de una serpiente, así que siempre, justo después, me despierto asustado. Jamás he podido comprender el significado de este sueño horrible, pero a pesar de que me preocupaba porque se ha repetido varias veces, no le había dado más importancia que a cualquier pesadilla. Tú… Vacila unos instantes antes de preguntar: ¿No serás sonámbula?
La luz del sol se cuela entre las rendijas de la persiana y Susana se despierta. Se queda un rato más acostada con las manos metidas debajo de la almohada cuando nota que allí hay algo. Asustada retira de golpe la mano y sube la persiana para poder ver. Le había parecido que había tocado unos dedos que no eran suyos, por eso al comprobar que no hay nadie más en su cuarto, respira aliviada. Sin embargo, para quedarse más tranquila levanta la almohada y descubre que hay un lápiz. No recuerda haberlo dejado allí. Algunas noches lee antes de dormir y subraya las frases o los párrafos que más le gustan, pero la noche anterior estaba demasiado cansada y se quedó dormida antes de coger el libro. De hecho, se acuerda perfectamente de que ese lápiz lo usó para hacer la lista de la compra el día anterior y lo dejó al lado de la libreta, en la cocina. Va a la cocina y ve que la libreta sigue en el mismo sitio donde la había dejado, pero ni rastro del lápiz. Coge la libreta y la abre por la última página escrita: ¿eh? Pero esa no es su letra… Alguien, vete a saber quién (ella vive sola), ha dejado un mensaje corto: “Zula estuvo aquí”. ¿Qué estupidez es esa? No conoce a nadie con ese nombre y ningún extraño ha podido entrar en su casa cuando estaba fuera. Vaya broma de mal gusto, piensa, y coge el teléfono para llamar a Carlos, que es con quien estuvo el día anterior. Al otro lado de la línea Carlos la saluda. Susana se apresura a contarle lo que le ha pasado esperando que él se ría y le diga que fue el primer nombre imaginario que le vino a la cabeza, que no pretendía asustarla. Pero enseguida cae en una cosa: ¿y lo de dejar el lápiz debajo de la almohada? Eso no le hace ninguna gracia, su cuarto es un sitio íntimo y más su cama, su almohada. Además… Carlos no se ríe, Susana no puede verlo, pero incluso ha empalidecido. Ese nombre, Carlos lo recuerda. ¿Cómo podría olvidarlo? Además de que ha pasado muy poco tiempo desde la última vez que lo escuchó, no entiende cómo Susana puede saberlo también. Es imposible. Mientras, ella sigue esperando una respuesta hasta que, por fin, Carlos le dice que va a ir a su casa, que prefiere explicarle lo que sabe en persona.
Media hora después, llaman a la puerta. Susana abre y Carlos entra como una exhalación. Le ofrece un café, pero él lo rechaza. Quiere ver la libreta. Esa no es mi letra, afirma. ¿No lo ves? Escribe algo al lado despejando sus dudas. Pero el nombre sí me dice algo. Le cuenta. Yo conozco a esa persona. Bueno, conocer no es la palabra apropiada: le he visto y sé su nombre. Ella no entiende lo que Carlos intenta decirle. Él continúa: ni siquiera puede afirmarse que esa persona exista en realidad, jamás le he visto como te estoy viendo a ti ahora. Lo que sucede es que tengo un sueño recurrente: me despierto y siento que no estoy solo, entonces giro sobre el cuerpo hacia el otro lado de la cama y puedo apreciar una silueta en la oscuridad que duerme placenteramente conmigo. Al principio no siento miedo aunque es inquietante no saber quién es. Entonces, su respiración pausada se acelera un poco, el extraño se ha despertado y, envuelto en un manto de luz azul, como leyendo mis pensamiento, me mira con unos ojos que no recuerdan ninguna otra mirada que haya visto nunca y susurra: Zula, Zula, Zula. Tiene una forma terrible de pronunciarlo que recuerda bastante al sisear de una serpiente, así que siempre, justo después, me despierto asustado. Jamás he podido comprender el significado de este sueño horrible, pero a pesar de que me preocupaba porque se ha repetido varias veces, no le había dado más importancia que a cualquier pesadilla. Tú… Vacila unos instantes antes de preguntar: ¿No serás sonámbula?
sábado, 5 de mayo de 2012
SERIEDAD
Umeboshi Otaku Andrea Innocent. 2006
Estudio en un colegio privado de élite y por eso tengo que llevar uniforme. Me preparan para dirigir una empresa, un país… Algo. Para dirigir.
Las cosas que hay bonitas a mi alrededor hacen juego con el color de mi uniforme. Todo en mi mundo es así de semejante a sí mismo y mientras, lo de fuera se seca. Se me hace tarde para probar la fruta fresca entre disciplina y deberes. Un mundo serio el mío, el de tan sólo una niña. Por eso lo que es libre todavía sabe que no puede camuflarse en la flor que adorna mi pelo.
jueves, 3 de mayo de 2012
sábado, 28 de abril de 2012
ESPERANZA
Girl with mirror (Chica con espejo) Andrea Innocent. 2008
El tiempo es efímero, la voz de la palabra es devastadora, en el inconsciente del verbo la imagen extática se hace eterna.
Qué triste es soñar con mariposas que trenzan tu pelo mientras tu mirada vacía no te encuentra en el espejo.
Nombrar es morir; nombrar es... ¡no!
Soy joven todavía pero mis labios son viejos porque cuando quise decir no supe acercarme a ti o por la identidad misma de las palabras, que no consiguen dotar de sentido.
Por tanto, nombrar puede matar y nombrar puede morir: una muerte menos lenta e imprecisa que unos labios sellados frente a mi.
Esta mañana descubrí que en el espejo se habían multiplicado los reflejos, como clones que no alcanzaba a contar pues se perdían hasta el infinito. De puro horror grité sus nombres que el mismo que el mío.
Quizás empiece a recordar. Se nombrar primero el jardín, luego el camino de piedras y los árboles que crecen a ambos lados, el color verde de sus hojas; alguien me saluda. Le reconozco mientras un pinchazo acude a mi sien pero, a pesar del dolor, mis labios se abren y articulan los sonidos que confluyen en un "holaquétal".
Después siento que algo se rompe y siento que la luz me hace daño, una clara sensación de melancolía asciende hasta mis ojos enturbiando las imágenes que percibo, pero todavía no vuelvo a casa: salgo corriendo y tropiezo y me caigo. Estoy tan cansada que no me levanto enseguida (he de volver, de llegar a la hora de comer).
Tengo miedo, lo he visto en el teléfono movil que sonaba en el fondo de mi bolso.
Ahora estoy otra vez frente al espejo: me asombro al ver que mis labios ya no están tan arrugados ni secos y sonrío aún con cierta tristeza, y verme sonreir me anima y vuelvo a sonreir. La alegría me hace cosquillas en la tripa hasta que empiezo a reir. Me estoy sintiendo más viva cuando otra persona aparece a mi lado dentro del marco del espejo. No sé si sucede de verdad o si es sólo un sueño pero mis ojos miran hacia él, en una dirección concreta, y cuando la persona se da la vuelta desapareciendo sus espalda por la puerta, la palabra dirección cobra sentido y pienso: puede que esté en el camino.
miércoles, 28 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
UN PUNTITO ES ALGO MINÚSCULO
Un puntito es algo minúsculo
no una habitación situada en un número determinado del piso
un puntito es el límite mínimo de la extensión
quizás una pequeña rendija, hendidura por la que fugarse de la realidad
bisagra ingrávida que abre el paso
a mundos imaginados con playas verdes y montañas arbóreas que suenan
músicas ancestrales
se detiene el paso de los soldados
se quedan en medio parados los peatones
mientras enviste el león dorado
con sus rugidos de corazón salado
brújulas imantadas que no encuentran latitud
para este punto, puntito que es algo minúsculo
partícula cuántica que no soñó el gato de Schrodinger
cuando estaba todavía vivo y aún muerto
siempre punto de partida
nunca punto y final (piensa el gato en su caja misteriosa)
o a lo mejor… Puntos suspensivos.
También en: Tranquillitas
lunes, 19 de marzo de 2012
DULZURA
Foxgirl (Chica-zorro) Andrea Innocent. 2006
Un lobo llamó a mi puerta y me susurró que traía un regalo para mí. ¿Por qué habría de querer algo de mí un lobo?
Caballitos de mar, caballitos que flotan en mi memoria como las hojas caídas de los árboles en otoño, pero todavía no sé por qué.
Aquí dentro hace frío pero si salgo a la calle ¿qué será de mis caballitos de mar? Por lo demás aquí todo es dulzura, descanso mis brazos como las patitas delanteras de los conejos.
¿Por qué yo también tengo rasgos de animal como el lobo que llamó a mi puerta y como los caballitos de mar?
Un lobo llamó a mi puerta y me susurró que traía un regalo para mí. ¿Por qué habría de querer algo de mí un lobo?
Caballitos de mar, caballitos que flotan en mi memoria como las hojas caídas de los árboles en otoño, pero todavía no sé por qué.
Aquí dentro hace frío pero si salgo a la calle ¿qué será de mis caballitos de mar? Por lo demás aquí todo es dulzura, descanso mis brazos como las patitas delanteras de los conejos.
¿Por qué yo también tengo rasgos de animal como el lobo que llamó a mi puerta y como los caballitos de mar?
miércoles, 14 de marzo de 2012
CAMINOS
Enigma soy apenas
M. Benedetti
Desde mi ventana ví
Un transeúnte que llamó mi atención
No se bien por qué si o por qué no
Desde mi ventana ví
Pasar coches mujeres y niños albañiles bicicletas ancianos
No se bien si sí o si no
Bajé las escaleras y había
Telarañas dibujitos que hacía la madera puertas cerradas voces de vecinos una aspiradora funcionando
No se bien cómo ni cuando
A la calle salí
Con cierta ansiedad caminé por el barrio
Pero erré el rumbo y aparecí en el extrarradio
Pensé que todo, como yo, se habría perdido
Mi ventana las escaleras las calles de mi barrio sus aceras
Concretaron el eco de mis pisadas
Descubriéndome colores que nunca había imaginado en mis propias huellas.
lunes, 5 de marzo de 2012
UNA PIEDRA UNA CANICA UNA HOJA SECA
http://javiermilla.blogspot.com/2009/12/intriga-dibujando.html
Algo debe haber en mi
que de ti huye
como sortean los pájaros
los barrotes de la jaula
¡Mariposas fueran!
Sé que la pena duele
sé que las noches
se alumbran solas
con su luna encandilada
¡Yerre su camino
en la noche clara!
Quítame esta certeza
mas no quieras enjaular mis dudas
Quítame esta coraza
mas no me prefieras desnuda
Quítame en fin lo que quieras
pero deja algo a cambio
una piedra una canica una hoja seca.
miércoles, 22 de febrero de 2012
MEDIODÍA
La ventana (H.Matisse)
Ha venido el sol a mi ventana saludándome el día niño
los colores toman de su luz la claridad
acaricia la tela verde del sillón
se refleja en el cristal de los cuadros
se cuela entre las rendijas del radiador
deslumbra la mirada en la madera rojiza del suelo.
Las paredes murmuran algo exterior
la puerta de la calle quiere abrirse
dejar entrar
dejar salir
los vasos reposan su brillo vidrio
los geranios quieren brotar su flor
las máquinas descansan su botón de encendido en off
Charlot y su amada no caminan todavía hacia el astro mayor.
miércoles, 15 de febrero de 2012
LA CITA
Una chica con un abrigo azul marino entra en el vagón y se pega a la barra a la que voy agarrada. Después de varios intentos fallidos por separar mi mano de su cuerpo que va acercándose cada vez más a la barra frontalmente hasta que casi toca con su cara mi mano, decido soltarme y agarrarme a la barra que está situada en medio, frente a la puerta de entrada. Hace mucho calor en el vagón de metro porque vamos como sardinas en lata. El espacio vital queda reducido a nuestras ropas. Frente al anonimato surge la paradójica sensación de naturalidad y espontaneidad de los gestos, las miradas gachas, los lectores con sus libros. Pero yo estoy un poco asustada por esta cercanía y en un momento en el que me arrimo hacia un lado un hombre moreno de mediana edad se me pone en frente, a muy poca distancia, y me mira fijamente agarrándose a la barra que tengo al lado, después vuelve a la lectura de un libro enorme que imagino debe de tratar sobre ingeniería. Es una mirada dominante y yo me digo que puede que esté protegida de lo demás con “semejante machote” tapándome prácticamente del resto. A la vez, me ha parecido un poco humillante pero parece ser el precio que he de pagar por la fragilidad que creo aparentar. Me recordó a la sensación invasiva que me producía un antiguo amante que tuve, él también era dominante.
Seguimos el trayecto y mucha gente se baja en una estación céntrica. Yo tengo que continuar mi camino hacia el sur, pasar el extrarradio y salir de la ciudad. En un primer momento, pienso que viajar hacia el sur me parece más natural (entendiendo por natural a lo que nos hemos acostumbrado en la infancia y adolescencia cuando volvemos a casa) que hacerlo en sentido inverso. Los vagones empiezan a irse desalojando más y más y parece que se respira un aire más fresco. Dejo escapar unos cuantos suspiros porque me estoy relajando, pero todavía no me he atrevido a sacar el libro que pensaba leer. Voy demasiado concentrada en el lugar de la cita, no se si habrá entrevista o no, aunque se supone que habría de ser así pues el centro que gestiona la oferta de empleo debería hacerte una entrevista. Pero quizás me estoy adelantando a los acontecimientos. Por el momento, la incertidumbre me marea, me tensa los nervios. No se con lo que me voy a encontrar.
Por fin llego a mi destino y me bajo del vagón para sentarme, antes de salir, en uno de los asientos metálicos para hacerme un cigarro. Un chavalín me pide tabaco. Lleva unas pintas un poco andrajosas, pero no es de extrañar por su edad. Lo que si me extraña es que me pida tabaco allí dentro (¿se piensa fumar el cigarro o es que simplemente aprovecha la ocasión?). De cualquier forma, es menor de edad seguro, pero si no le doy yo el tabaco ya se encargará él de conseguirlo del mismo o de otro modo. Este argumento no me exime moralmente, pero es lo que pienso y como además no estoy para dar consejos dado mi stress, le doy lo que me pide y punto; ahí termina el encuentro.
Fuera hay una plaza de toros y delante hay una plazoleta alargada con bancos donde distinto tipo de gente toma el sol que lo baña todo con su luz. El ánimo se calienta con estos rayos de sol y continúo, después de preguntar a un par de ancianos si saben dónde está el parque de las estatuas, hacia el lugar de la cita. La señora me ha contestado que debe de ser aquel, señalando hacia la derecha, porque está lleno de estatuas. Pues sí, es aquel y hay un grupo de chavales tocando la guitarra y cantando con pinta de pandilleros hiphoperos. Los dejo atrás y cruzo la verja metálica que valla el parque de las estatuas. A penas me he dado cuenta de que voy hablando por el móvil desde hace un rato porque estoy concentrada en acertar la geografía dentro del paisaje urbano, pero me tranquiliza. Veo la cruz verde de una farmacia y se lo digo a mi interlocutor (es la segunda vez que recorro este camino aunque no de la misma manera y reconozco la farmacia). Así que casi he llegado, el sitio debe estar al doblar la siguiente esquina donde hay un bar de mala muerte. Tuerzo y salgo a la calle peatonal donde estaba el lugar de la cita pero en vez de eso me encuentro con la pared de ladrillo rojo de un edificio de, por lo menos, nueve plantas. Las cuento, no, son diez. No está, le digo (todavía no he colgado el teléfono). ¿Cómo que no está? ¿Seguro que estás en el sitio correcto? Echo un vistazo a mi alrededor y todo sigue igual que el día anterior exceptuando que todavía no es de noche y que el sitio al que iba ha desaparecido. Ese barrio es un lío de calles, seguro que te has confundido. Mira bien en la esquina de enfrente del edificio del bar. ¿Estás segura de que estás en el mismo sitio que estuvimos ayer? Francamente, estoy segura. Le contesto. Aquí sigue todo igual, excepto el sitio, que ya no está. Voy a colgar para comprobar que estoy en la misma calle que tengo apuntada. Ahora te vuelvo a llamar.
Abro el cuaderno y busco la nota. Al encontrar la calle y su número escrito con mi propia letra, me asusto. No parece mi letra. Empiezo a sentir un hormigueo por los pies que va poco a poco ascendiendo hasta la cabeza. Me sujeto en la pared y entonces, no se cómo ni por qué, se abre una puerta y antes de que pueda darme cuenta estoy atrapada en un recibidor de paredes blancas, frente a la ventanilla de la recepcionista que en estos momentos no está. Me doy cuenta de que es el sitio donde tenía la cita, lo reconozco porque ya estuve el día anterior. Oigo unos pasos que vienen desde el pasillo y poco después aparece la recepcionista, vestida con ropa informal y con una coleta hecha en el pelo. Se dirige hacia mi y me sonríe. Tenías una entrevista con Daniel, pregunta afirmando. Puedes pasar ya, te está esperando. Su despacho está al fondo del pasillo a la derecha. Lo sé, le contesto. Ya estuve ayer, lo que pasa es que no estaba usted, había otra recepcionista. En ese caso, ya sabe donde está. De acuerdo. Respondo con rapidez. Camino hacia el pasillo.
lunes, 30 de enero de 2012
LOS ACANTILADOS
III. Libertad
Los acantilados, cuántas veces han estado allí quietos, cuántas veces los he recordado y añorado. Las olas rompiendo contra la pared abrupta y en lo alto, el cementerio. Quisiera volver cuanto antes, pero por ahora no puedo: he de seguir recordándolos como fueron en aquel tiempo, retratados en el pincel del abuelo. Todas las noches los visito en secreto antes de dormir. Son mi peculiar Padre Nuestro. María descansa a mi lado. Hace rato que se ha dormido y no quiero despertarla cogiéndole la mano. Pero como si presintiera algo, abre los ojos y me mira, creo que puede imaginar lo que estoy pensando. Le doy la mano, paseamos juntos aquel paisaje y me duermo abrazado a ella. Me queda un largo camino. Quiero volver solo por mis propios pasos ahora que María ha descubierto mi secreto.
Cuánto ha cambiado todo, no las sepulturas. Algunas sí. Me siento en una y hablo en voz alta con Alonso. Abuelo -le digo-, sigue existiendo la misma luz, las mismas rocas, el mismo mar abierto hasta el horizonte que se aleja. Abuelo, descansa en paz, en tu tierra, de la que ahora eres pasto -como suele decirse-. ¿Sabrás encontrar mi nuevo hogar? ¿Vendrás a visitar a la familia? A partir de ahora le libero de mis pensamientos como a las gaviotas que vuelan libres en el cielo gris sobre mis hombros.
Cuando vuelve a ser de día no recuerdo dónde estoy ni cómo he llegado y entonces creo reconocer, como si estuviera desaprendiendo, que creí que venía a buscar algo y en realidad he vuelto a encontrarme conmigo mismo. Nada del paisaje nos pertenece, ni siquiera esta tierra que nos acuna, arrulla y nos mece el viento como al centeno. Podría cerrar los ojos y todo volvería a ser negro, como mientras duermo. Pero algo permanece intacto por un instante. Quizás sean las nubes, compañeras inseparables por su ser efímero, que las hace inhabitables, o las mareas, imposibles de seguir en su fluir eterno e incansable.
Los acantilados, cuántas veces han estado allí quietos, cuántas veces los he recordado y añorado. Las olas rompiendo contra la pared abrupta y en lo alto, el cementerio. Quisiera volver cuanto antes, pero por ahora no puedo: he de seguir recordándolos como fueron en aquel tiempo, retratados en el pincel del abuelo. Todas las noches los visito en secreto antes de dormir. Son mi peculiar Padre Nuestro. María descansa a mi lado. Hace rato que se ha dormido y no quiero despertarla cogiéndole la mano. Pero como si presintiera algo, abre los ojos y me mira, creo que puede imaginar lo que estoy pensando. Le doy la mano, paseamos juntos aquel paisaje y me duermo abrazado a ella. Me queda un largo camino. Quiero volver solo por mis propios pasos ahora que María ha descubierto mi secreto.
Cuánto ha cambiado todo, no las sepulturas. Algunas sí. Me siento en una y hablo en voz alta con Alonso. Abuelo -le digo-, sigue existiendo la misma luz, las mismas rocas, el mismo mar abierto hasta el horizonte que se aleja. Abuelo, descansa en paz, en tu tierra, de la que ahora eres pasto -como suele decirse-. ¿Sabrás encontrar mi nuevo hogar? ¿Vendrás a visitar a la familia? A partir de ahora le libero de mis pensamientos como a las gaviotas que vuelan libres en el cielo gris sobre mis hombros.
Cuando vuelve a ser de día no recuerdo dónde estoy ni cómo he llegado y entonces creo reconocer, como si estuviera desaprendiendo, que creí que venía a buscar algo y en realidad he vuelto a encontrarme conmigo mismo. Nada del paisaje nos pertenece, ni siquiera esta tierra que nos acuna, arrulla y nos mece el viento como al centeno. Podría cerrar los ojos y todo volvería a ser negro, como mientras duermo. Pero algo permanece intacto por un instante. Quizás sean las nubes, compañeras inseparables por su ser efímero, que las hace inhabitables, o las mareas, imposibles de seguir en su fluir eterno e incansable.
lunes, 23 de enero de 2012
SIN ANESTESIA
Yo quiero vivir sin anestesia es lo mismo que decir
quiero darme cuenta
del dolor de la pena de la alegría de la felicidad
quiero encender la linterna y destapar los agujeros llenos de cemento
penetrar y descubrir lo que hay a través o más hacia el centro
descender los peldaños y llegar hasta ese espacio recóndito de mi mente corazón
donde caminaré por subterraneos, quizás grises quizás pintándolos con color
levantarme de mi butaca, abrir las cortinas del decorado
subir las persianas de ciudades escondidas tras las ventanas ya encendidas
Sentiré entonces como cruje el silencio en la punta de mis dedos
y un soplo de viento avivará el fuego de la memoria
con la luna colgando del cielo sempiterna
Quiero atraverme a pisar la arena seca del desierto
y la hierba tibia de los prados
tomar las riendas (si es que hay riendas)
y montar a lomos de un caballo alado
ver los corales del Mar Rojo
sin ser buzo, aunque no pueda mirarlos
¿cuál es la utopia? Me preguntaré entonces ¿esta
o aquella otra a la que sacan lustre los limpiabotas del mundo-mercado?
Si la libertad existe es en última instacia esto:
poder elegir también lo que no es cierto
moneda de cambio la imaginación,
soñar despierto y dormir bien por las noches
poder no tener ni idea de lo que está pasando
pero pasar con ello a lomos de un gigante medio tuerto
La contradicción engendrará nuevas estrellas
que brotarán como ojos abiertos
en el cielo inmenso y vastísimo del universo, en cada átomo
Si todo esto no sirviera de nada ¿para qué?
Finalidad hundida en los pliegues de mis manos
porque si no escribo no vivo
porque si no uno no sabe lo que tiene dentro
aunque eso suponga desvariar a veces
nuevas estrellas están brotando como ojos abiertos
como mirada que se encuentra con otras miradas
como palabras que se ingieren, palabras también habladas.
quiero darme cuenta
del dolor de la pena de la alegría de la felicidad
quiero encender la linterna y destapar los agujeros llenos de cemento
penetrar y descubrir lo que hay a través o más hacia el centro
descender los peldaños y llegar hasta ese espacio recóndito de mi mente corazón
donde caminaré por subterraneos, quizás grises quizás pintándolos con color
levantarme de mi butaca, abrir las cortinas del decorado
subir las persianas de ciudades escondidas tras las ventanas ya encendidas
Sentiré entonces como cruje el silencio en la punta de mis dedos
y un soplo de viento avivará el fuego de la memoria
con la luna colgando del cielo sempiterna
Quiero atraverme a pisar la arena seca del desierto
y la hierba tibia de los prados
tomar las riendas (si es que hay riendas)
y montar a lomos de un caballo alado
ver los corales del Mar Rojo
sin ser buzo, aunque no pueda mirarlos
¿cuál es la utopia? Me preguntaré entonces ¿esta
o aquella otra a la que sacan lustre los limpiabotas del mundo-mercado?
Si la libertad existe es en última instacia esto:
poder elegir también lo que no es cierto
moneda de cambio la imaginación,
soñar despierto y dormir bien por las noches
poder no tener ni idea de lo que está pasando
pero pasar con ello a lomos de un gigante medio tuerto
La contradicción engendrará nuevas estrellas
que brotarán como ojos abiertos
en el cielo inmenso y vastísimo del universo, en cada átomo
Si todo esto no sirviera de nada ¿para qué?
Finalidad hundida en los pliegues de mis manos
porque si no escribo no vivo
porque si no uno no sabe lo que tiene dentro
aunque eso suponga desvariar a veces
nuevas estrellas están brotando como ojos abiertos
como mirada que se encuentra con otras miradas
como palabras que se ingieren, palabras también habladas.
miércoles, 18 de enero de 2012
EMILIA
Avanzaba por una amplia avenida. Los coches pasaban a toda velocidad y ella, como queriendo espantarlos, se los imaginaba como pequeños escarabajos porque no le daban miedo los insectos. Cuando era pequeña solía jugar con ellos, también desenterraba lombrices del barro con un palo en los días de lluvia y en primavera solía recolectar todo tipo de bichos alados como hormigas voladoras, mariposas y también escarabajos voladores; después de ponerlos en tierra firme y hacer con ellos una especie de pelotón, le gustaba ver como todos salían disparados volando en distintas direcciones. Diferente era cuando se trataba de los bichos bola, cuando se acercaba con los dedos para cogerlos, se encerraban en su propio ovillo y entonces, los lanzaba como una canica, con cuidado de no darles ni demasiado fuerte ni demasiado despacio, por una de las pendientes del descampado y los despedía diciéndoles ¡adiós! con la mano mientras rodaban cuesta bajo. Pero, ¿por qué prefería Emilia pensar en escarabajos en lugar de en lo que eran, simples coches? Existen dos alternativas, la primera es que los coches la aburran o hastíen y por eso prefiera pensar en algo que le gusta, y la segunda es más un miedo que otra cosa. Bien, la primera no plantea ningún problema: creemos que es lícito que alguien prefiera divertirse imaginando cosas bonitas que aburriéndose, la segunda nos hace preguntarnos por qué.
Un día, muchos días atrás, Emilia viajaba en el asiento del copiloto cuando notó que algo se reflejaba en el espejo retrovisor. Desvió rápidamente la mirada hacia allí y vio un hada, que medía unos cinco centímetros y llevaba puesto un vestidito verde mientras bailaba en el aire como si estuviese nadando en el fondo del mar. Emilia se quedó petrificada y no supo que decir, el hada se le adelantó y le preguntó qué quería. Emilia se extrañó ante esta pregunta, pues ella no quería nada más que continuar su viaje, pero el hada insistía. Así que Emilia se vio obligada a responder. Quiero ser mayor -dijo entonces. Y al momento sus piernas no cabían en el coche, los brazos se le salían por las ventanillas y le metió un dedo en el ojo sin querer al conductor, su padre. Fue así como terminaron chocándose contra el tronco del segundo árbol con el que se cruzaron y el capó del coche empezó a soltar un humo tan negruzco que no se podía ver nada. Ambos salieron del coche ilesos, pero Emilia nunca pudo volver a montar en coche y le quedó un sentimiento de culpabilidad tan grande que cada vez que veía un coche intentaba desviar su atención hacia cualquier otra cosa. A ser posible que fuera mejor.
lunes, 16 de enero de 2012
LOS ACANTILADOS
II. Supervivencia
“¡Eduardo! No cojas las pinturas del abuelo”. Un día tuve una casa. Los soldados se llevaron al tío Nicanor y arrasaron con las pocas pertenencias que teníamos. Los cuadros del abuelo se vendían bastante bien entre los ricos antes de que estallase la guerra y el dinero que nos quedaba por entonces, lo guardábamos en una caja fuerte, detrás de los libros que papá tenía colocados en varias estanterías de su despacho.
Fue lo primero que tiraron al suelo, los libros que papá había ido atesorando durante sus años como estudiante y profesor. No tardaron en recaudar su botín, que al parecer era a lo que venían. El arresto del tío fue algo circunstancial para los guerrilleros, soldados -para mi no existía todavía diferencia entre unos y otros-. El tío bajó al sótano a por la escopeta, los vio antes que nadie por la ventana del salón. Afuera llovía. La detención del tío duró hasta que terminó la guerra. El abuelo se quedó en la misma casa, no consiguieron convencerle para que se mudara con nosotros. Papá dejó su empleo en la ciudad y cargados con algunos muebles y ropas, que subimos en la parte trasera del carro, nos encaminamos hacia un nuevo hogar.
Todo me resultaba extraño en esa época. El pueblo no podía compararse en nada con la vida urbana que habíamos llevado. Mamá cuidaba de las cosas, daba de comer a las gallinas, ordeñaba la vaca, limpiaba la pocilga y echaba de comer a los marranos. Papá siguió trabajando como maestro después del traslado. El instituto más cercano estaba en Huolai, a sesenta kilómetros del pueblo, pero papá prefirió quedarse trabajando cerca de nosotros, en la escuela.
Es extraño que siendo hijo de profesores, yo no fuera al colegio. Mamá decía que no era necesario, que en casa aprendería todo lo que hacía falta. Pero por el tono indulgente de su voz, sabía que escondía algo. La certeza llegó la misma tarde en que mi padre volvió a casa del trabajo y nos contó que los soldados habían hecho un reconocimiento en la escuela, lo que suponía que buscaban como sabuesos la pista de algún rastro. Todavía nadie estaba seguro de cuál era ese rastro, pero la preocupación se reflejaba en la cara de papá y yo comprendí que estaba en peligro. Desde que el ejército había conseguido el poder llegaban rumores de que aquellos que tenían cualquier tipo de ideología diferente y se atrevían a pensar libremente, seguían siendo castigados; en muchos casos con la muerte. El cura de nuestro pueblo estaba al tanto de todos los movimientos disidentes y, por raro que pareciera, los ayudaba en cuanto podía.
Durante los días que siguieron a la inspección todos estábamos nerviosos y esperábamos ansiosamente a que papá volviera de sus clases. Mamá discutió la posibilidad de que se ausentara unos días, pero finalmente ambos desecharon la idea porque lo único que se habría conseguido habría sido “dar de que hablar“. Todos estaban en el punto de mira y cualquiera que se desmarcase sería sospechoso y no dudarían en arrestarle.
Muchos de los profesores colaboraban con El Partido enviando informes diarios y clasificándolo todo y a todos. Hasta que por fin todo volvió a su aparente normalidad: mi padre había superado la prueba.
Fingir se había convertido en ley de supervivencia para nosotros. Desde lo ocurrido, yo también aprendí qué podía decir y qué no debía mencionar. Por eso, después del verano, mis padres decidieron que ya era lo suficientemente mayor como para ir al instituto. De momento estábamos salvados.
El abuelo siguió pintando. Nos llegaban cartas suyas asiduamente contándonos que vendía sus cuadros a los mismos de siempre y que casi todos estaban contentos con el estado de las cosas. Al tío Nicanor lo siguieron teniendo bajo control después de que saliera de la cárcel, pero un día, sin previo aviso, desapareció. Todos creyeron que había huido y fue entonces cuando el abuelo aprovechó para inventar una falsa afiliación y proteger a su hijo. Sucedió el día en que fue invitado a una convención, delante de todos los presentes afirmó que esperaba que el apátrida de su hijo hubiera sido alcanzado en su huida por una bala. Fue así como terminaron las búsquedas aunque no las intrigas, pero lo que el mundo ignoraba era que el tío permanecía escondido en la misma casa de quien había hecho pública aquella declaración, el abuelo.
Mamá les llamaba cuando podía y fue el mismo tío quien le contó la situación, ella no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas del cauce de la herida que seguía abierta.
Durante los primeros años de la posguerra yo me sentía como un puntito en el universo de los mayores, que me parecía demasiado complicado, incluso cuando colaboraba con ellos llevando recados de mamá al cura y estando siempre presente cuando se reunían en la parte de detrás de la iglesia.
“¡Eduardo! No cojas las pinturas del abuelo”. Un día tuve una casa. Los soldados se llevaron al tío Nicanor y arrasaron con las pocas pertenencias que teníamos. Los cuadros del abuelo se vendían bastante bien entre los ricos antes de que estallase la guerra y el dinero que nos quedaba por entonces, lo guardábamos en una caja fuerte, detrás de los libros que papá tenía colocados en varias estanterías de su despacho.
Fue lo primero que tiraron al suelo, los libros que papá había ido atesorando durante sus años como estudiante y profesor. No tardaron en recaudar su botín, que al parecer era a lo que venían. El arresto del tío fue algo circunstancial para los guerrilleros, soldados -para mi no existía todavía diferencia entre unos y otros-. El tío bajó al sótano a por la escopeta, los vio antes que nadie por la ventana del salón. Afuera llovía. La detención del tío duró hasta que terminó la guerra. El abuelo se quedó en la misma casa, no consiguieron convencerle para que se mudara con nosotros. Papá dejó su empleo en la ciudad y cargados con algunos muebles y ropas, que subimos en la parte trasera del carro, nos encaminamos hacia un nuevo hogar.
Todo me resultaba extraño en esa época. El pueblo no podía compararse en nada con la vida urbana que habíamos llevado. Mamá cuidaba de las cosas, daba de comer a las gallinas, ordeñaba la vaca, limpiaba la pocilga y echaba de comer a los marranos. Papá siguió trabajando como maestro después del traslado. El instituto más cercano estaba en Huolai, a sesenta kilómetros del pueblo, pero papá prefirió quedarse trabajando cerca de nosotros, en la escuela.
Es extraño que siendo hijo de profesores, yo no fuera al colegio. Mamá decía que no era necesario, que en casa aprendería todo lo que hacía falta. Pero por el tono indulgente de su voz, sabía que escondía algo. La certeza llegó la misma tarde en que mi padre volvió a casa del trabajo y nos contó que los soldados habían hecho un reconocimiento en la escuela, lo que suponía que buscaban como sabuesos la pista de algún rastro. Todavía nadie estaba seguro de cuál era ese rastro, pero la preocupación se reflejaba en la cara de papá y yo comprendí que estaba en peligro. Desde que el ejército había conseguido el poder llegaban rumores de que aquellos que tenían cualquier tipo de ideología diferente y se atrevían a pensar libremente, seguían siendo castigados; en muchos casos con la muerte. El cura de nuestro pueblo estaba al tanto de todos los movimientos disidentes y, por raro que pareciera, los ayudaba en cuanto podía.
Durante los días que siguieron a la inspección todos estábamos nerviosos y esperábamos ansiosamente a que papá volviera de sus clases. Mamá discutió la posibilidad de que se ausentara unos días, pero finalmente ambos desecharon la idea porque lo único que se habría conseguido habría sido “dar de que hablar“. Todos estaban en el punto de mira y cualquiera que se desmarcase sería sospechoso y no dudarían en arrestarle.
Muchos de los profesores colaboraban con El Partido enviando informes diarios y clasificándolo todo y a todos. Hasta que por fin todo volvió a su aparente normalidad: mi padre había superado la prueba.
Fingir se había convertido en ley de supervivencia para nosotros. Desde lo ocurrido, yo también aprendí qué podía decir y qué no debía mencionar. Por eso, después del verano, mis padres decidieron que ya era lo suficientemente mayor como para ir al instituto. De momento estábamos salvados.
El abuelo siguió pintando. Nos llegaban cartas suyas asiduamente contándonos que vendía sus cuadros a los mismos de siempre y que casi todos estaban contentos con el estado de las cosas. Al tío Nicanor lo siguieron teniendo bajo control después de que saliera de la cárcel, pero un día, sin previo aviso, desapareció. Todos creyeron que había huido y fue entonces cuando el abuelo aprovechó para inventar una falsa afiliación y proteger a su hijo. Sucedió el día en que fue invitado a una convención, delante de todos los presentes afirmó que esperaba que el apátrida de su hijo hubiera sido alcanzado en su huida por una bala. Fue así como terminaron las búsquedas aunque no las intrigas, pero lo que el mundo ignoraba era que el tío permanecía escondido en la misma casa de quien había hecho pública aquella declaración, el abuelo.
Mamá les llamaba cuando podía y fue el mismo tío quien le contó la situación, ella no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas del cauce de la herida que seguía abierta.
Durante los primeros años de la posguerra yo me sentía como un puntito en el universo de los mayores, que me parecía demasiado complicado, incluso cuando colaboraba con ellos llevando recados de mamá al cura y estando siempre presente cuando se reunían en la parte de detrás de la iglesia.
miércoles, 11 de enero de 2012
LA ESPERA
GAVIOTAS
Flota en tu memoria un hilo de seda roja
se rompen los cristales y el silencio explota
Cuando buscas en la noche
lo que el día esconde
imaginas cuervos acechando
como un signo de despedida
Claros horizontes esperan
ardiendo las calaveras
enmarañados sin razones
retrocedemos sin piedra certera
Como si no bastasen los ojos
las miradas, los pasos
transeúntes, corazones
entrañas y sabores.
Mañana el cielo azul se llena de gaviotas que vuelan lejos y alto.
miércoles, 4 de enero de 2012
BROTES DE HIERBA
Insignificantes brotes de hierba como pequeños latidos
latitudes inmensas en su distancia infranqueable
oquedades, fisuras vértebra por vértebra
cuerpo humano divagante y divagado
recorrido de tus manos por el volante de la autopista
abrazos y sonrisas, navidades de desparpajo
ausencias terribles, cenizas
Tiembla la tierra al son de un tambor
mi corazón a veces triste y alegre al mismo tiempo
agridulce almanaque de reliquias:
pequeños cristales de colores tallados por el agua marina
formando un prisma de luz
avenida de desengaños, dejemos de engañarnos
“vaya a saber uno lo que sabe/ para…”
aferrarnos a esta vida, una sola
por cada uno de nosotros.
“La muerte es siempre una sorpresa inútil” (Siempre una sorpresa, M. Benedetti)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)