El mundo se ha vuelto cristalino, el sol una perla blanca. El tren se para entre dos estaciones y veo el reflejo de la sirena naranja de una escabadora en el cristal de enfrente. Los rastrojos ocupan la empinada cuesta que baja hacia las vías. El Este se sitúa a mis espaldas calentando mi nuca mientras proyecta las sombras hacia delante.
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