Hace un momento estaba aquí, esponjosa y libiana. Me he levantado para fumarme un cigarro en la cocina, con la ventana abierta, y cuando he vuelto me he encontrado su silla vacía. Justo al lado del cuaderno, encima de la mesa, había un papel arrancado con algunas notas. Parece ser que me abandona, dice que me sabré apañar sin ella. La verdad es que desconozco su nombre y, como ya he dicho, su silueta era tan etérea como la de una nube borrosa, difuminada, suelta de todas las demás nubes del cielo, tirando a violeta al atardecer.
Debe ser verdad: "me he marchado para siempre", ha escrito con letra nerviosa. También me cuenta por qué. Tiene que labrarse un futuro, así que de ahora en adelante tendré que hacer las cosas sola. Este trabajo no la alcanzaba para llegar a fin de mes y estaba cansada de inspirar siempre a los demás sin recibir nada a cambio, tal vez una sonrisa, la llama de una antorcha ... Me cuenta. "Pero de eso no se vive", me ha escrito también, "y además necesito tiempo para ocuparme de mí misma". Ella, que me ha regalado las horas más frutíferas.
En realidad, siempre intuí que no debía dejarla sola y menos delante del cuaderno, pero no me gusta fumar en el salón, luego siempre me arrepiento de que toda la casa huela a tabaco.
Me pide que no intente dar con ella, tampoco a través de algún otro escritor: "eso se acabó". Ha sido bastante rotunda al respecto. Además añade, que tampoco sería capaz de reconocerla. Resulta que así es de cambiante. Me entristece pensar que ni si quiera puedo buscarla. Tan sólo me quedará de ella su recuerdo, pero ahora no es éste, si no el vacío que ha dejado lo que me desespera. Eso, y la hoja en blanco.
Debe ser verdad: "me he marchado para siempre", ha escrito con letra nerviosa. También me cuenta por qué. Tiene que labrarse un futuro, así que de ahora en adelante tendré que hacer las cosas sola. Este trabajo no la alcanzaba para llegar a fin de mes y estaba cansada de inspirar siempre a los demás sin recibir nada a cambio, tal vez una sonrisa, la llama de una antorcha ... Me cuenta. "Pero de eso no se vive", me ha escrito también, "y además necesito tiempo para ocuparme de mí misma". Ella, que me ha regalado las horas más frutíferas.
En realidad, siempre intuí que no debía dejarla sola y menos delante del cuaderno, pero no me gusta fumar en el salón, luego siempre me arrepiento de que toda la casa huela a tabaco.
Me pide que no intente dar con ella, tampoco a través de algún otro escritor: "eso se acabó". Ha sido bastante rotunda al respecto. Además añade, que tampoco sería capaz de reconocerla. Resulta que así es de cambiante. Me entristece pensar que ni si quiera puedo buscarla. Tan sólo me quedará de ella su recuerdo, pero ahora no es éste, si no el vacío que ha dejado lo que me desespera. Eso, y la hoja en blanco.
nube suelta de las demás... espérame allá en el Tibet, entre las tiendas de no sé qué ciudad, entre nubes y playas naranjes...
ResponderEliminar