viernes, 20 de mayo de 2011

EL TRAYECTO

Hay un hombre sentado a mi lado que parece estar nervioso, baja de un golpe el reposabrazos de su izquierda, en la derecha no hay ninguno: estoy sentada yo. Y pensar que poco antes descansaba mi silenciosa y tranquila mochila ... ¡Por qué la habré quitado! Pero, claro, empezaba a subir mucha gente y ya éramos bastantes los que estábamos dentro: ¿qué otra cosa podía hacer? Me intento tranquilizar. "Tú haz como si no estuviera", me autoanimo. Pero no sé por qué la cercanía de los desconocidos hoy me pone nerviosa, yo también. Y encima me toca al lado de un exabrupto. Veo un cartel de publicidad en la parada siguiente, parece tan ínfima como yo, "piedra pequeña", parada del autobús en la inmensidad del verde hasta donde alcanza la vista: el cielo azul. La publicidad, en concreto, "anima" a hacerse socio de una ONG mientras uno sigue durmiendo y pienso que esa publicidad va dirigida a gente con más sentido del humor que yo. Eso, o es que, quizás, simplemente, el sentido que capto me da risa pero una risa un poco floja, como boba. Mañana tengo que pedir cita con el médico para que me recete más pastillas. Realmente, hoy no es mi día.

Bueno, a lo mejor con un poco de suerte se baja antes que yo. Concentro toda mi rabia en este pobre señor que no tiene la culpa de que yo esté de bajón. Pasamos por debajo de un puente y giramos a la derecha: otro pueblo más antes de llegar a Madrid. ¿Podría parecer una amargada? Pero es que realmente no encuentro el sentido hoy. Veo mi vida como si fuese una línea, un acontecimiento tras otro, pero no entiendo todavía cómo he llegado hasta aquí. San Agustín de Guadalix. Lo de amargada me hace recordar a una señora que atendía los probadores el día anterior y que me trato, más o menos, como a la ropa que dejé al salir, encima del mostrador. Quizás hoy no tenga la misma cara de desdén porque alguien joven como yo haya cogido una prenda de más. Me cercioro de que el volúmen de mi walkman, bueno, discman, bueno, i-pod esté a la altura perfecta, ni muy bajo ni demasiado alto. Se supone que los trayectos deberían llevarnos a alguna parte; de hecho, casi siempre me gustan los trayectos, pero hoy me bajo en Madrid con la impresión de que no he llegado a ninguna parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario