martes, 10 de mayo de 2011
OTRA VEZ EN EL ASFALTO
Cuando miré hacia detrás, un cuatro por cuatro se acercaba como vestido por un viento gélido que lo camuflaba en una nube de polvo. Parecía querer mover el mismísimo asfalto. Mario se subió rápidamente a su coche dejándome allí solo. Las luces de los faros delanteros me cegaban y una extraña pero terrible adherencia me había dejado paralizado. El inicio fue pronto un girar y girar de toda la superficie de mi cuerpo aplastada contra los neumáticos; tan sucio volví a aterrizar en el suelo que no quedó ni un milímetro de mi original color rosado. Ni que decir tiene que no volvería a recuperar mi auténtico sabor a fresa ácida.
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