martes, 10 de mayo de 2011

EL GLOBO



Estoy tan lejos de ti como puedo estarlo. Nunca dejarás de estar como en una película que sucede en mi imaginación.

Hoy pasé por delante de tu casa, bueno, muy cerca, y ví cómo un globo rojo, más bien corriente, volaba hacia el cielo. Parecía que lo hubieras soltado por mi. En realidad sabías que pasaría por ahí a esa hora y desde luego que conoces bien mi color preferido, el rojo. El globo, efímero e inevitable, volaba directo hacia el cielo. Soltado de tu mano que minutos antes lo sostenía.

Fue tu ausencia y no el globo, lo que me asustó un poco: al fin soltabas la fina cuerda que nos unía. Un espacio que bien podía contenerse en aquel aparato o juguete, ese que compartimos, huyó de tu mano.

Lo se porque no te vi por allí. Debiste irte justo antes, lo suficiente como para decir: "no volverá, se que no lo hará".

Pero que frío y que pinchazo sentí cuando, cruzando la calle, lo dejé de advertir en el azul celeste. El globo, aquel retazo de mi memoria, también huyó; y lo hizo justo a tiempo, porque un momento después torcías la esquina de tu casa y salías a la gran avenida. Te vi con tu chaqueta de pana y tus zapatos oscuros. Ibas junto a un niño que, pensándolo mejor, quizás fuera a quien se le escapó el globo aquella mañana, sin que tú pudieras hacer nada por recuperarlo.

Voló. Voló. Y ... Seguramente a cierta altura: puff! Explotó y nadie lo vió.

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