un viento huracanado vuela mi mente como un pajarillo enjaulado.
A veces una loba llama a mi puerta y sin asomar la patita por debajo, la reconozco,
es ella tal cual. Pero cuando voy a abrir la puerta un viento
que huele a lavanda se cuela desde no sé qué lugar y los pájaros del barrio
salen volando de mi cabeza dejándome a solas sin ella. Y es que sin ella yo tampoco soy
yo misma.
que huele a lavanda se cuela desde no sé qué lugar y los pájaros del barrio
salen volando de mi cabeza dejándome a solas sin ella. Y es que sin ella yo tampoco soy
yo misma.
Las puertas empiezan a temblar, los cubiertos empiezan a sonar y alguien
espera algo de mí que no le puedo dar
espera algo de mí que no le puedo dar
porque sin el cuento de los cinco lobitos… quiero decir, sin la loba -que no tiene escoba-
que va a derribar la puerta de tanto llamar, yo
no encuentro el momento ni las palabras
ni mi lugar: un sitio concreto con un cielo abierto y una expansión de ondas sonoras
que vienen desde mi raíz, donde acoplar mi caballete, ya sin mis manos paradas
que empiezan a querer dar color al espacio en blanco.
que va a derribar la puerta de tanto llamar, yo
no encuentro el momento ni las palabras
ni mi lugar: un sitio concreto con un cielo abierto y una expansión de ondas sonoras
que vienen desde mi raíz, donde acoplar mi caballete, ya sin mis manos paradas
que empiezan a querer dar color al espacio en blanco.
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