He aprendido
a descorrer las cortinas del miedo
a susurrarle a las paredes:
no me acorraléis, no tengo ninguna prisa.
He aprendido
a desobedecer las órdenes del desánimo
a replegar las alas de la desdicha
para decir lo que siento necesario
con precaución todavía, olvidándome de por qué
poco a poco, paso a paso
voy aprendiendo
a vivir mejor la vida.
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