Estoy volviendo a empezar
parece que todo me lleva al origen
cuando disfrutar de pequeños placeres era sencillo.
Pequeños placeres como ir a la tienda y comprar un nuevo disco
y escucharlo al llegar a casa en el equipo de música.
Pequeñas cosas como ir a la montaña y caminar por la ribera,
escuchando en silencio el sonido del agua y de las hojas movidas por el viento.
Escribir un diario en un cuaderno rojo al levantarme:
a lo mejor una frase, o nada, o varias páginas de golpe,
—está bien—. Llamar a esa amiga con la que no hablo desde hace tiempo
solo por saber qué tal le va.
Se trata de no tener prisa por hacer
de recorrer el día-niño como si hubiera tiempo suficiente
como si no quisieran robárnoslo a cada instante
para comprar nuestro futuro vendiéndonos el presente.
Echar raíces me mantiene algo más lúcida
—empiezo por lo pequeño, si es que no es lo único que hay—
tener paciencia hasta que arraigue lo necesario, lo imprescindible,
lo que nos mueve. Sentir la continuidad en lo discontinuo,
esa conexión que nos es propia y nos une a los otros,
para mí, le da sentido a la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario