Supe que mi pasado había muerto. Supe de sus hojas secas, de sus hilos rotos, de la conexión inconexa.
Una niña en llamas
llanura deshilachada
entre sus manos.
Lo supe en tus ojos vacíos
que yo ya no miraba. Lo supe en tu "bien,
¿y tú?". Supe que ya todo eso
me daba igual. Decidí dejarlo atrás
cuando tuve esa certeza. Aunque algo resonaba dentro de mí
como un tic-tac. Quizás supe que era tarde
para intentar algo nuevo; para desconectar las redes
del presente que me amarraba tanto a él y a nuestro hogar.
Supe entonces de la llamada prudencia. Cada noche
encendía una vela y me ponía a repasar
las costuras que había ido cosiendo
durante el día y al final las deshacía todas. A riesgo
de perderme en un espacio intemporal aprendí
a ponerle nombre a cada hueco, a cada desconchón
de la pared. Aún me daba miedo
adentrarme en la palabra "futuro"
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