Si la luz se posa sobre la hierba
cómo mis manos no habrían de acariciar tu cuerpo
cómo deberíamos llamarnos
si no con nombres desconocidos aún.
Ahora me toca a mí decir
con la palabra calando los huesos.
Ahora me toca a mí decir
¿pero qué?
He superado mi propia muerte
y he renacido mil veces,
ésta es la definitiva.
Ave Fénix para siempre.
No me dejaré morir más de esa manera
quizás muera de otras ¿quién sabe cuáles?
¿Quién necesita saberlo?
Si ahora todo se ha llenado de vida,
constante amanecer.
Hoy el cielo tiene un color extraño al anochecer
un púrpura pálido que crece hacia el rosa brillante
la brisa después de la lluvia entra por la ventana
las ramas verdes de los árboles descansan apacibles y casi ocultan el edificio de enfrente
-que no los vuelvan a podar-
la taza vacía reposa en la mesa
he apagado la música y escucho un batir de alas entre las hojas
sonidos metálicos de cubiertos, una puerta que se cierra
sigo sintiendo la brisa suave en la piel
es un momento de calma y lo paladeo como si fuera chocolate caliente
las flores amarillas del fondo de escritorio
y la lista de reproducción en pausa, siempre la música con su hipnótica llamada.
Hay también unos sonidos lejanos que no puedo reconocer
parecido al que hacen los patos, ¿será una manifestación?
¿Tan tarde? No creo.
Más bien serán matasuegras de clowns
que me recuerdan que es sábado.
Mientras espero tu vuelta
me regodeo en la pereza de la brisa y en su suavidad.
Ha oscurecido y el cielo se ha vuelto azul ultramar.